Por CATÓN / Columnista
Mi tío Antonio Aguirre, hermano de mi madre, era inventor. Ninguno de sus inventos transformó al mundo, como los de Marconi o Edison, pero sí cambiaron algo en Nueva Rosita, el mineral donde vivía. Por ejemplo, inventó un molino de nixtamal movido por vapor. Le adaptó un pito o silbato que serviría para anunciar que el molino estaba ya en funciones. Al oírlo las señoras acudirían con su nixtamal a obtener la masa para las tortillas. El ingenioso artefacto, sin embargo, presentaba un ligero inconveniente. La caldera donde se generaba el vapor era tan pequeña que si el silbato pitaba la máquina se detenía, y si la máquina se movía el pito no silbaba. No podían funcionar las dos cosas al mismo tiempo. Jamás pudo el tío Antonio subsanar tal deficiencia, y el molino con todos sus accesorios acabó en el cuarto de los triques, que así se llamaban antes los trebejos arrumbados por inútiles. (Creo que el origen de esa palabreja, “trique”, registrado por la Academia como mexicanismo, ha de buscarse en el vocablo castellano “pelitrique”, que sirve para designar a las cosas de poca utilidad o escaso valor). Nuestro Presidente se parece en algo a la máquina inventada por mi tío, artilugio que si pitaba no se movía, y si se movía no pitaba. Cuando López Obrador habla no piensa, y en los momentos en que piensa no habla. La última muestra de esa disfunción la dio cuando en abierto desafío a la ley reconoció en forma paladina que tiene las manos metidas hasta los codos en la elección de gobernador de Nuevo León. De haber pensado las cosas no habría hecho esa culposa confesión de un acto claramente violatorio de la ley electoral. Mientras su lengua funcionaba su caletre dejó de funcionar, lo cual explica ese nuevo desliz, que también puede atribuirse a la soberbia absolutista con que el caudillo de la 4T mira al orden jurídico, el cual supone hecho para los demás, no para él. En ésas andamos. Comparable a la máquina de mi tío Antonio, nuestro Presidente pita mucho pero funciona poco… Ante la imagen de la Virgen de Fátima el borrachín del pueblo suplicaba deprecativamente: “¡Mándame mil pesos, Virgencita! ¡Mi mujer y mis hijos pasan hambre!”. El padre Arsilio oyó su rogativa, y esa tarde llevó 500 pesos a la casa del beodo, pues no disponía de la cantidad completa. Al día siguiente el buen sacerdote escuchó la oración del temulento: “Gracias por el apoyo, Madrecita. Pero para futuras ocasiones entrégamelo personalmente, porque esta vez el cura se chingó la mitad del dinero”… Don Aquilano, viudo ricachón, casó con mujer en flor de edad. La noche de las bodas le preguntó, severo: “¿Conoces tus deberes de esposa?”. Respondió la mujer: “Al revés y al derecho”. “Bien –concedió don Aquilano-. Esta noche lo haremos al derecho”. (No le entendí)… En gran apuro se vio la mamá de Rosilita cuando la pequeña le preguntó: “Mami: ¿cómo se forman los niños?”. La señora había leído varios libros de educación infantil, de modo que le dio a la niña una completa explicación acerca de la fecundación del óvulo por el espermatozoide, el desarrollo del feto en el vientre materno, etcétera. Al término de la detallada explanación la señora quiso saber por qué su hijita le había preguntado eso de cómo se forman los niños. Declaró Rosilita: “Porque en la escuela los niños se forman del más chaparrito al más alto”… “¿Hay pantaletas de ultratumba?”. El dueño de la tienda de ropa femenina se asombró al oír la extraña pregunta que le hizo un cliente joven. “¿Pantaletas de ultratumba?” –repitió desconcertado. “Sí –confirmó el muchacho-. Son para mi novia. Tiene unas pompas del otro mundo”… FIN.