POR: CATÓN/Columnista
Doña Paciana les comentó a sus amigas: “Blandino, mi marido, ha perdido últimamente su vigor sexual”. Preguntó una: “Y ¿qué han hecho al respecto?”. Contestó ella: “Estamos en tratamiento”. Inquirió la otra: “¿En qué consiste ese tratamiento?”. Explicó doña Paciana: “Él trata, y yo miento”… Don Añilio, caballero de edad más que madura, fue con su joven nieto a una librería. Le dijo: “Quiero comprar un libro de historia”.
Entraron, y don Senilio adquirió un libro cuyo título era: “Sexo, sexo y más sexo”. “Abuelo -le dijo el nieto con tono de reproche-. Me dijiste que ibas a comprar un libro de historia, y mira lo que llevas: ‘Sexo, sexo y más sexo’”. “Hijito –suspiró don Senilio-. Para mí el sexo ya es historia”… Babalucas fue con el doctor Ken Hosanna, pues sentía un dolor en el pecho. Le dijo el facultativo al tiempo que tomaba su estetoscopio: “Voy a revisarlo. Desvístase hasta la cintura”.
Babalucas, obediente, se quitó los pantalones y el calzón… Un curita recién ordenado fue enviado a una pequeña ciudad de Texas cuya población era mayormente de origen latino. En sus sermones el curita empezó a decir que el Señor tiene una marcada preferencia por los hispanos.
Lo decía sin tomar en cuenta que entre los feligreses había también muchos de ascendencia anglosajona. Éstos acudieron ante el obispo y se quejaron por aquella extraña forma de discriminación. Su Excelencia llamó al padrecito y lo amonestó con suavidad: “Hijo mío: todos somos hijos de Dios. No digas eso de que el Señor prefiere a los hispanos sobre los anglos”. El joven sacerdote, compungido, le prometió al obispo que jamás volvería a caer en falta.
Al regresar a la casa parroquial puso en la puerta un letrero que decía: “Se darán clases de español gratuitas a los fieles de habla inglesa cuya edad sea de 80 años o más”. Fueron unos y le preguntaron por qué se les impartirían esas clases de español. Explicó el curita: “Muy pronto comparecerán ustedes ante el Señor. ¿No les gustaría hablar con él en su idioma?”… Chichonina Grandnalguier, mujer frondosa, le dijo al doctor Duerf: “Tengo un ímpetu sexual tan grande que me lleva a entregarme al primer hombre que veo. Eso me causa grandes remordimientos”.
Declaró el célebre analista: “Pienso que puedo quitarle ese anormal impulso erótico”. “No, doctor –opuso Chichonina-. Lo que quiero que me quite son los remordimientos”… La nieta le preguntó a su abuelita: “¿Cuántos años tienen tú y el abuelo de casados?”. Respondió la señora: “El próximo noviembre cumpliremos 55 años”. “¡55 años! -exclamó la nieta-. Y en todos ese tiempo ¿jamás pensaste en el divorcio?”. “¡Dios me libre! -se escandalizó la abuelita-. En el asesinato sí; pero en el divorcio ¡nunca!”… Don Cornulio y su mujer invitaron a varios amigos a una fiesta. Él se entretuvo en el trabajo.
Cuando llegó a la casa su mujer estaba haciendo el amor apasionadamente con uno de los invitados. Don Cornulio le preguntó airadamente al individuo: “¿Cómo explicas esto?”. Respondió el individuo: “Es que fui el primero en llegar”… El cliente se quejó en el restaurante: “Mesero: hay un objeto extraño en mi sopa”. Respondió el sujeto: “No es un objeto extraño, caballero, es una mosca, y tales insectos abundan por aquí”…
Himenia Camafría, madura señorita soltera, asomó envuelta en una sábana por la ventana del segundo piso y le pidió al policía que llamaba a la puerta: “Por favor, retírese inmediatamente”. Preguntó el agente: “¿No fue usted la que llamó pidiendo auxilio porque un hombre había entrado a su casa?”. “Yo soy -respondió la señorita Himenia-. Pero una puede cambiar de opinión ¿no?”… FIN.