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De política y cosas peores

Superiberia

CATÓN
Columnista

Empédocles Etílez, el borrachín del pueblo, llegó ebrio a su casa en horas de la madrugada y se metió a la cama procurando no hacer ruido. Su esposa lo sintió, sin embargo, y entre dormida y despierta le preguntó: “¿Eres tú, Empédocles?”. “Ojalá sea yo -responde el temulento-, porque si no aquí va a haber problema”… Pirulina conoció a Meñico en el asiento del automóvil. Quiero decir que lo conoció en el sentido bíblico de la palabra. Al terminar el trance la sabidora chica ve los zapatitos de bebé que colgaban del espejo del coche y le dice a su galán: “Son de tu medida ¿no?”… Declaraba un señor de edad madura: “Me siento muy bien. Para lo que batallo mucho es para levantarme”… Le anuncia el galancete a su dulcinea: “La vamos a pasar en grande, Rosilí. Tengo tres boletos para el futbol”. Pregunta ella, extrañada: “¿Para qué necesitamos tres boletos?”. Responde él: “Uno para tu papá, otro para tu mamá y el otro para tu hermanito”… Una joven y linda vendedora de bienes raíces hizo una cita con don Autumnio, añoso caballero, para ofrecerle un lote de terreno. Se retrasó un poco la muchacha, y cuando llegó a la casa del senescente señor le preguntó: “¿Llego tarde?”. Don Autumnio contempla el bien torneado cuerpo de la chica y suspira: “Sí, linda. Unos 30 años”… El funcionario le tomó el juramento de rigor a la ancianita que obtenía por fin la nacionalidad americana. Le pregunta: “¿Jura usted defender la Constitución de los Estados Unidos contra todos sus enemigos de dentro y fuera?”. Responde la viejecita sobresaltada: “¿Yo sola?”… Alguien hacía el encomio de las cualidades de un señor. Decía: “Es perfecto. Parece el primer marido de una viuda vuelta a casar”… El director de la escuela le encargó a Babalucas que dirigiera el equipo de basquetbol del plantel. Al comenzar el primer juego el árbitro marcó un foul y señaló: “Falta personal”. De inmediato ordena Babalucas: “Traigan más jugadores”… Don Martiriano le contó a su mujer, doña Jodoncia: “Anoche contemplé el cielo lleno de estrellas y me dije: ¡Qué poca cosa soy!”. Le indica con agrio tono la mujer: “Lo mismo eres cuando está nublado”… Un golfista y su mujer murieron el mismo día, y llegaron a las puertas del Cielo. San Pedro los invitó a pasar, y dijo al hombre: “Sé que te gusta mucho el golf. Aquí podrás jugarlo”. Lo condujo al campo de golf del Cielo. Era maravilloso; el mejor que el golfista había conocido. De inmediato se puso a jugar. Jugó como nunca: los primeros cuatro hoyos hizo par; los siguientes cuatro fueron hoyo en uno. Y sin embargo iba mascullando maldiciones. “¿Por qué maldices tanto? -le pregunta su mujer-. Jamás habías jugado así”. “Por eso -contesta el golfista, rencoroso-. Habría llegado aquí 10 años antes si no me hubieras obligado a llevar aquella dieta baja en colesterol”… Las señoras cambiaban impresiones acerca del tiempo que empleaban en el amor con sus esposos. Las estadísticas variaban entre cinco y 20 minutos por vez. Dice una: “Yo dedico tres horas a hacer el amor con mi marido”. “¿Tres horas? -se asombran todas-. ¿Por qué tanto?”. Explica ella: “Es que le hago el amor estilo médico de seguridad social”. “¿Cómo es eso?” -preguntan las demás. Explica la señora: “Lo tengo esperando dos horas 58 minutos, y luego lo atiendo en dos minutos”… “-¡No huyan, cobardes! -les grita el general a sus soldados-. “-No estamos huyendo, mi general -le aclara uno de los que corrían-. El mundo es redondo, y vamos a caerle al enemigo por la espalda”… Sor Dina, la monjita más vieja del convento, admitía a veces al diablillo de la murmuración, y dejaba escapar críticas sobre sus hermanas. Hablando de Sor Bette dijo un día: “-Es una tonta sin remedio. No tiene cura”… FIN.

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