- Por CATÓN / columnista
En dos entregas, la de hoy y la de mañana, pondré aquí “Algunos de los Chistes Más Pelados del Año”. Con tal motivo la columna se vuelve como las películas C de antes: sólo para adultos. Lectores de conciencia estricta: absténganse de pasar los ojos por esos traviesos cuentecillos que no tienen más fin que aligerar siquiera sea por unos instantes el recuerdo de las pesadumbres de este año que se va… Una joven mujer de opimos atributos pectorales fue en busca del doctor. “Me pasa algo muy raro -le dijo-. Cuando me quito el brassiére mi busto, en vez de bajar, sube”. “No es posible -manifestó el galeno-. Eso sería contrario a la ley de la gravitación universal”. “Sí es posible -afirmó ella-. Mire”. Procedió a despojarse de la citada prenda y, en efecto: su busto, en vez de bajar, subió, se elevó, se levantó, fue hacia arriba, ascendió. “¿Cómo ve, doctor? -preguntó la muchacha-. ¿Qué será esto?”. “Mire -replicó el médico, intrigado-. No sé qué sea. Pero es contagioso ¿eh?”… Don Geroncio, señor de edad madura, salió con una preciosa chica de 20 años. La belleza de la joven hizo que el carcamal recordara los ímpetus de su juventud y dio a su asombrada pareja una excelente demostración de amor, con espléndido foreplay y magnífico performance. Extasiada y satisfecha propuso ella: “¿Nos vemos otra vez mañana?”. “No -contestó don Geroncio-. Espérame unos tres meses, a ver qué te puedo juntar”… “Papi -le preguntó Pepito a su papá-. ¿Qué es pene?”. El señor, con ruda franqueza, le contestó al tiempo que se bajaba el pantalón: “Ya estás en edad de saberlo. Esto es un pene”. Poco después el papá oyó la conversación que sostenía su crío con uno de sus amigos. “Ya supe qué es un pene” –le dijo Pepito. “¿Qué es?” -preguntó el otro niño con curiosidad. Pepito se bajó el pantaloncito y respondió: “Es como éste, pero más chico”… Aquella señora había engordado mucho. Su médico le indicó: “Lo que usted necesita es hacer el amor todos los días. Con ese esfuerzo pronto bajará de peso”. Una semana después el doctor llamó por teléfono a su paciente. Le preguntó: “¿Cómo va el tratamiento?”. “¡Fantástico, doctor! –respondió la señora-. He hecho el amor todos los días. Primero con un vecino joven y guapo que tengo; luego con un apuesto compañero de trabajo, y después con un galán a quien que conocí en una fiesta”. “No, no, no -lo interrumpió el facultativo-. Para que el tratamiento funcione tiene que hacer usted hacer el amor con su marido. Debe costarle trabajo”… Cierto señor sufrió un accidente en el cual perdió las pompis. “Podemos trasplantarle otras -le indicó un cirujano-. Ahora mismo tenemos disponibles unas de persona de la raza negra”. “Póngamelas” -pidió el herido. Tiempo después el médico le preguntó: “¿Cómo le ha ido con sus nuevas pompis?”. “Muy bien, doctor –contestó el hombre-. El trasplante funcionó a la perfección. Claro, en el baño de vapor del club mis compañeros me hacen bromas acerca de mis pompis. Me las agarran; me las pellizcan”. “Y usted ¿qué hace?” –preguntó el facultativo. “Nada –respondió el señor-. Al cabo que ni mías son”… Y para terminar, un cuento cuya publicación fue motivo de escándalo en la Pía Sociedad de Sociedades Pías… A dos amigos les aparecieron el mismo día sendas manchas rojas en sus respectivos atributos varoniles. Acudieron a la consulta de un médico. Después de revisar al primero el facultativo le dijo que le cobraría 20 pesos por quitarle esa coloración. El otro, en cambio, debería pagar 5 mil pesos. Preguntó éste, molesto: “¿Por qué tanta diferencia en el costo del tratamiento?”. Explicó el galeno: “Porque usted presenta un caso de herpes. Lo de su amigo es una mancha de lápiz labial”… FIN.