Pitoncio se inscribió en un club nudista. El primer día que estuvo ahí la vista de las esculturales féminas desnudas le produjo una tumefacción en la entrepierna que lo apenó bastante.
Para no dar a ver su excitación se sentó en una banca y se puso un periódico frente a la erecta parte.
Pasó por ahí un matrimonio anciano.
La viejecita observó aquello y le dijo a su esposo llena de admiración: “¡Mira! ¡La tuya nunca aprendió a leer!”… Don Poseidón, labriego acomodado, anunció en el pueblo: “Voy a ir a la ciudad a consultar al ojista”. Alguien lo corrigió: “Querrá usted decir al oculista”. “No –replicó el viejo-. De ahí ando bien”.
El caso es que estando en la ciudad don Poseidón recibió una llamada telefónica del administrador de su granja, que le informó: “Anoche el río se salió de madre y se inundó la granja”. “¡Santo Dios! –se afligió don Poseidón-. ¡Qué desgracia!”. Prosiguió el mayordomo: “Todos los animales perecieron: caballos, borregos, vacas. No quedó vivo ninguno”. “¡Ánimas benditas!” –sollozó el labriego-. ¡Qué gran desdicha!”. Continuó el otro: “Se arruinaron las cosechas. Este año no tendremos frijol, maíz ni trigo”. “¡Mano poderosa! –gimió don Poseidón-. ¡Calamidad más grande no es dable imaginar!”. Remató el administrador. “Se cayeron la bodega, el granero y el galpón. Sólo su casa quedó en pie”. “¡Cielo santo! –clamó, gemebundo, el lacerado-. ¡Soy el hombre más infeliz del mundo!”. Tras decir eso le preguntó don Poseidón a su administrador: “Pero dime: ¿cómo le fue con la inundación a mi compadre Rodoberto?”. Respondió el otro:”
A él le fue aún peor. Tuvo las mismas pérdidas que usted, pero a él sí se le cayó la casa.
No le quedó absolutamente nada”. Al oír eso don Poseidón suspiró y dijo con acento resignado: “Bueno, después de todo la cosa no estuvo tan mal”… Mal, muy mal, se han puesto las cosas para México ahora que Trump empieza a cumplir sus amenazas contra nuestro País.
Quienes pensaban que los desplantes del truhán eran baladronadas, meras tácticas de campaña, deben haberse convencido ya de que el nefasto individuo hablaba en serio. Peor aún se pondrán las cosas para México cuando Trump llegue a la Casa Blanca. Somos y seguiremos siendo el principal objeto de su animadversión. Ya veremos que el Presidente de allá nos hará aún más daño que el de acá… Una joven esposa dio a luz quíntuples. El padre Arsilio felicitó a su esposo: “Veo, hijo mío, que Nuestro Señor te sonrió”. “¿Me sonrió? –replicó el muchacho, mohíno-. ¡Se echó una carcajada, padre!”…
El reverendo Rocko Fages, pastor de la iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite a sus afiliados cumplir solamente cinco de los 10 Mandamientos, a escoger-, leyó en su sermón un texto del Antiguo Testamento: “Tomó Noé una esposa…”.
Dio vuelta a la página, pero ésta se pegó con otra, la que hablaba ya del arca. Siguió leyendo el reverendo: “Medía 300 codos de longitud, 50 de ancho y 30 de altura”. Interrumpió la lectura el pastor y dijo a sus feligreses: “Hermanos: las medidas de la señora nos pueden parecer exageradas, pero las aceptaremos por la fe que debemos tener en las Sagradas Escrituras”…
Pepito recibió un juego de química como regalo de Navidad. Su abuelo, de visita en la casa, observó que el niño clavaba algo en la pared con un martillo. Le preguntó: “¿Por qué pones ahí ese clavo?”. “No es clavo, abuelito –le informó el chiquillo-. Es un cordón. Pero lo metí en una agüita que hice con mi estuche de química, y el cordel se puso tan duro como si estuviera hecho de metal”.
Dijo el abuelo, ansioso: “Préstame esa agüita, hijo. Hoy en la noche haré un experimento con ella, y si resulta te aseguro que seremos millonarios”… FIN.