Reconozco, no soy “economista”, pero, alguno de los súper sabios en la materia, quizá me pueda sacar de dudas o desmentir, como hombre de experiencia por mi edad, creo en la lógica y el sentido común como elementos básicos de cualquier análisis, he desarrollado mi profesión de licenciado en derecho, desde hace más de tres décadas, manteniéndome en dicha actividad y ahora también colaborando con algunos medios de comunicación masiva, al consultarme mis opiniones en tópicos diversos del desarrollo social y distinguirme con publicarlos, lo que les reconozco, así como en redes sociales; escribo porque he considerado que pudiera ser valioso el sentir de un profesionista que tiene el contacto permanente con la problemática social en México, he leído la historia de México y me ha tocado vivirla con conciencia y ya como ciudadano desde hace 38 años, gobernando Luis Echeverría Alvares, (reconociendo en su antecesor Gustavo Díaz Ordaz, como el último presidente patriota, con todos sus criticables defectos), que pudiera resultar de interés a las nuevas generaciones, sin ningún patrocinio, ni tendencia política y refleja solamente la opinión personal de quien esto escribe, sólo para fines informativos; ello viene al caso por haber sido cuestionado, incluso reclamado en redes sociales, la manera en que escribo y sobre todo los datos y estadísticas a los que me refiero, las que obtengo principalmente de la información existente en los organismos oficiales como INEGI, Banco de México, y las publicaciones que de manera personal desgloso de las páginas de estos temas, ello en base a la apertura masiva de los medios informativos y principalmente en internet, que nos permite diariamente leer, ver y escuchar inagotable acumulación de información.
Permitiéndome referirme a la crisis (del latín crisis, a su vez del griego), es una coyuntura de cambios en cualquier aspecto de una realidad organizada pero inestable, sujeta a evolución, especialmente la crisis de las estructuras económicas, con una sincera incertidumbre en cuanto a su reversibilidad o grado de profundidad, si los cambios son profundos, súbitos, violentos y sobre todo traen consecuencias trascendentales, van más allá de una crisis y se pueden denominar revolución.
Las crisis en México, al igual que los movimientos armados, desde siempre han sido traumáticas a las clases más desprotegidas; y contrariamente oportunidades al crecimiento de los grupos de “poder”, político, económico y criminal, situación social inestable y peligrosa en lo político y económico, especialmente lo que implica un cambio abrupto, de una manera menos propia, se refieren con el nombre de crisis a las emergencias o las épocas de dificultades de la crisis, al ser la fase más depresiva de la evolución de un proceso económico recesivo, que afecta en mayor o menor grado a la mayoría de las personas, pero principalmente a las clases más desprotegidas, media y media alta, empezando en la casa, negocio y en el trabajo.
A nivel internacional el ejemplo histórico más representativo de esa dura realidad ha sido la Gran Depresión de 1929, tras el colapso del sistema bursátil de los Estados Unidos de Norteamérica, la crisis económica mundial más profunda y duradera, en ése País, se tradujo en 14 millones de despidos; para el caso de Alemania esta cantidad llegó a los 6 millones y en Inglaterra los estragos del desempleo alcanzaron a 3 millones de personas, válido entonces para la economía mundial, lo es también para México, de cara a los estragos que estamos ya padeciendo a consecuencia de la actual crisis, es importante sacar las lecciones necesarias de las experiencias del pasado, para prepararnos mejor y frenar la ofensiva de los grupos de “poder”, contra nuestros derechos e intereses como pueblo; remontándonos a algunos de los casos más representativos y cercanos a la experiencia de las generaciones contemporáneas en México, en el año de 1976, el colapso de la economía mundial y el embargo petrolero dictado en octubre de 1973 por la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP), en contra de todos los países que apoyaron a Israel en la guerra del YonKippur contra Siria y Egipto. La crisis económica mundial de mediados de la década de los setentas marcó el final del boom más profundo y prolongado de la economía de libre mercado, el cual ya se había prolongado desde poco después de que finalizó la II Guerra Mundial; estallo la crisis en México, urdida desde el año 1971, por la contracción de la economía nacional, registrándose un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), del 4.2%, siendo éste el peor dato registrado desde 1959; el impacto del colapso de la economía mundial significo para nuestro País, el que prácticamente fueran suspendidas las compras de mercancías mexicanas en el mercado de los Estados Unidos de Norteamérica, traduciéndose esto a la vez en que la actividad industrial cayera severamente, un 6.7%, además de quiebras y despidos masivos, siendo presidente Luis Echeverría Álvarez, quien decide financiar el déficit de divisas por medio de incrementar la deuda externa que creció de 6 mil millones de dólares que tenía en 1970, a 20 mil millones y el uso de las reservas internacionales, que tuvieron como consecuencia la devaluación del peso el 1 de septiembre de 1976 de 12.50 a 24.75, pesos por dólar, beneficiándose sin lugar a dudas los grandes capitales extranjeros, la que se extendió y dejó como saldo del estancamiento de los salarios y la espiral inflacionaria; en 1982, a finales del gobierno de José López Portillo (1976-1982), quien había dicho que México administraría la riqueza, por la producción y exportación petrolera, la cual gozaba de un precio en el mercado mundial que aseguraba jugosas utilidades, la que fue frenada por el Burocratismo y Caciquismo Sindical y un mal interpretado nacionalismo, pues no se desarrolló como ocurría internacionalmente la infraestructura de PEMEX, obteniendo los recursos incrementando la deuda externa en base al petróleo nacional, de esta manera la economía mexicana se hizo dependiente en un 80% por estos ingresos, lo que colapso la economía mexicana, que provocó entre otras cosas una devaluación del 400% al pasar el dólar de 22 a 70 pesos, motivó la firma en diciembre de 1987, el Pacto de Solidaridad Económica, con Miguel de la Madrid Hurtado, como presidente (1982-1988), y su derrotero ha provocado que los salarios reales en la actualidad sufran un retraso de 35 años al ubicarlos en un nivel similar al que tenían en 1980, sobre la reducción de la capacidad de consumo del pueblo, el cual al terminar su mandado dejó una deuda externa de 105 mil millones de dólares y la imposición de durísimas condiciones para el gobierno por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM); los que sin lugar a dudas siguió a la letra Carlos Salinas de Gortari, que corono con el Tratado de Libre Comercio, firmado en 1993, impuesto por dichos Organismos Internacionales, así como los errores de diciembre y la crisis de 1995, forzando a padecer al pueblo de México, los efectos de una nueva crisis económica, pero esta vez con mucho más crudeza que las anteriores, en los albores del gobierno encabezado por Ernesto Zedillo Ponce de León, de inmediato determino devaluar el peso en un 15%, desencadenando el colapso económico más catastrófico hasta el día de hoy de la historia contemporánea de México, con una deuda cercana a los 150 mil millones de dólares, de crisis en crisis, Vicente Fox Quezada, aplico una política de desendeudamiento externo con una reducción de 11 mil 669.20 millones de dólares, pero en el mismo periodo se aumentó el endeudamiento interno del sector público en 61 mil millones de dólares, cada peso que bajó la deuda con el exterior, el Gobierno Federal contrató cinco pesos en deuda interna, cuando la economía mexicana obtuvo los ingresos petroleros excedentes más importantes de la historia, del orden de 200 mil millones de pesos, como resultado de las altas cotizaciones del crudo a nivel internacional; La deuda externa e interna, han continuado en ascenso permanente, con una discreta espiral inflacionaria, Felipe Calderón Hinojoza, entregó el gobierno con una deuda de 355 mil 391 millones de dólares, de ahí la necesidad de la trasformación económica de México y las reformas estructurales impulsadas por el presidente Enrique Peña Nieto, quien encontró un verdadero desastre en las finanzas mexicanas.
Saludos……….!!