El reconocimiento es un instante que aplaude un trabajo arduo, también son palmadas necesarias para alentar a cualquiera que se dedique a la misma actividad
“¡Ay, güey!”, fue lo primero que dijo Alfonso Cuarón al recibir el Globo de Oro como mejor director. Gravedad, la cinta que lo convierte en el primer latinoamericano en recibir este reconocimiento. Un orgullo, por supuesto, para el cine y para México. Aunque, claro, entendemos ese premio suyo como un triunfo meramente personal, pero que celebramos porque es así, con éxitos y victorias individuales, como las sociedades se van inspirando. Y esa es la gran celebración que todos, en conjunto, debemos hacer en torno al Globo de Oro de Alfonso Cuarón: la nuestra es una sociedad urgida de modelos a seguir, la nuestra es una niñez y una adolescencia sin faros que han terminado por voltear a ver sólo al crimen organizado como puerto de presente y de futuro. Y justamente ahí es donde un talento y una dedicación como los de Cuarón, deben caer con la fuerza de gravedad necesaria: no sólo existen los cuernos de chivo, también existen las cámaras; no sólo el ruido de las balas, también existen los soundtracks; no sólo el control de una plaza, también existe el infinito espacio de la imaginación, la creatividad y los sueños…
Y es que eso es Gravedad y este premio: el sueño de un mexicano, con la enormidad del espacio que retrata…
Hace unos meses, previo al estreno de Gravedad en nuestro país, charlé con él sobre la cinta y del porqué las historias cinematográficas son más que una ficción, sino vehículos para la metáfora y hasta para la poesía, aquella que no se escribe, sino que se observa.
“Es que creo que es eso, lo que es en el universo. Lo que afuera, lo que es metáfora. Lo que decían los alquimistas: lo que es arriba es abajo, lo que es adentro es afuera (…) lo único que importa es la experiencia de nuestro momento (…) al universo lo vimos como un elemento metafórico; el personaje está derivando en el vacío, alejándose cada vez más de la comunicación humana, viviendo en su propia burbuja, víctima de su propia inercia”.
Gravedad es eso: “La primera vez que la ves es adrenalina y asombro; la segunda, es pura poesía. Es sobre soltar o sobre no hacerlo. Mejor dicho, es sobre aprender a soltar. Sobre saber qué soltar. Sobre saber a qué aferrarse. Es también para mostrarnos lo pequeñitos que somos. De lo relativo que es todo. Porque no hay nada; ni a la derecha ni a la izquierda, ni arriba ni abajo. Lo único que hay es lo que somos y el instante en que nos damos cuenta de ello. Porque todo es tan relativo, hasta nuestra propia existencia, lo único que importa es lo que sentimos, todo lo que encierra nuestro cuerpo y corazón y la forma como lo mostramos al exterior…”, escribíamos en este mismo espacio en octubre pasado, un par de días antes del estreno.
En el entendido de que un reconocimiento es sólo un instante que aplaude un trabajo arduo y de muchos meses, también son palmadas en la espalda necesarias para alentar, no sólo a quien lo recibe, sino a cualquiera que se dedique a la misma actividad -o cualquier otra- porque es una manera de legitimar esfuerzos. Ojalá este premio caiga con toda su fuerza de gravedad en el imaginario de los que hoy, niños y niñas, no habían visto lo lejos que se puede llegar a través de la inspiración y no de la violencia: tan lejos como la estación espacial que Cuarón nos presentó en tercera dimensión y que seguramente mañana también veremos multinominada a los Oscar.