No sé apreciados lectores, si ustedes han notado el cincel tan importante que tiene el entorno sobre las personas en la manera de interpretar el bien y la maldad.
A saber: Los que nacimos y crecimos en un entorno rural, nos acostumbramos a ver las cosas de una manera más natural; por citar una pequeña anécdota de mi niñez en un ranchito de un municipio aledaño: Siempre se había dicho que cuando el pobre no tiene qué comer, ese día come pollo (obviamente me refiero a los pobres de rancho). Y resulta que aquel día mi madre no sabía qué hacer de comer y se le ocurrió que debía matar un pollo del que yo había hecho mi mascota. -Matemos el pollo de Víctor- dijo, a lo cual de inmediato me opuse, manifestándome con tremendo berrinche. Fue mucho lo que lloré esa mañana, pero debo decir que fue mucho lo que me rechupe los dedos cuando al medio día degusté una pierna frita con mucho ajo y un poco de chile de mi querido pollo.
Pienso que es normal (no natural) que a una madre actual en el entorno de cualquier ciudad, le resulte repugnante tener que matar y destazar un pollo o un conejo por ejemplo, cosa que en nuestro caso era el pan nuestro de cada día.
En la reciente venta de la plaza de toros “La Concordia” anunciada por los medios locales, nos comunicaron por parte del grupo comprador, el restablecimiento de las tradicionales corridas a partir de abril, a los aficionados la noticia les agradó muchísimo, pero ésta trajo consigo una fracción de “compasivos” ciudadanos pidiendo que no se vuelvan a realizar este tipo de espectáculos, porque es crueldad contra los pobres toros. Y esto me trajo a la memoria la ocasión en que observé a una jauría de perros domésticos atacar a un viejo e indefenso burro, mientras unos le mordían el hocico, otros le mordían las corvas con el fin de derribarlo, en tanto un tercero le mordía el ano, del cual extrajo las vísceras, todavía no moría y ya estaba siendo devorado ¿Cómo nos veríamos castigando a estos perros por responder a su naturaleza, acusándolos de crueles?
Y ya que se trata de acusar de crueldad, ¿en cuántas ocasiones hemos visto a algunos de estos activistas rechazar molestos y groseramente a un pobre niño que les ofrece en venta un chicle, o en su caso las sanguinarias peleas tan populares hoy día (y no me refiero al Box) donde dos hombres se golpean con todo, y nadie ha dicho que es cruel, Qué curiosa es nuestra compasión verdad?
Por cierto, si ustedes me lo solicitan, cualquier día les platico de la crueldad con los toretes dedicados al consumo humano en contraposición con los criados en una ganadería de toros de lidia.