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Crisis de Credibilidad

Superiberia

¿A quién le creemos? Parece que en México los especialistas en comunicación estratégica han decidido dedicarse al ruido en lugar de dedicarse al mensaje, de tal manera que llenan la información de un ruido tal, que ya nadie escucha el mensaje, y mucho menos se tiene una idea clara de qué es lo que se quiere comunicar… Incluso, pasa algo mucho peor, ya no se sabe a quién creerle. 

 

Siempre nos encontramos varias versiones de los hechos, y todo se resuelve en cuestión de fe. Es decir, el ciudadano común tiene que decidir a quién creer y en quién creer.  El problema es dramático para una nación que debe de enfocar sus esfuerzos en su propio desarrollo, pero tal parece que todos tenemos una agenda particular, por lo cual lo único que importa es que esa agenda se cumpla, sin importar si su cumplimiento nos lleva a la desgracia, a la desunión, a la anarquía o a algo peor. 

 

Pondré algunos ejemplos y verás amable lector@ que coincidirás conmigo.  Comencemos con lo más reciente, el asunto de las pensiones del ISSSTE que incide en todos los trabajadores del estado.  Los economistas saben que el problema de las pensiones es grave desde hace cinco sexenios, es decir, desde hace treinta años, y nadie le había metido mano, hasta que se configuró la figura de ahorro para el retiro y poco a poco se va desinflando el problema en el IMSS, aunque ahora el problema lo tendrán todos y cada uno de los futuros pensionados, pues su pensión será insuficiente, pero cuando menos ya no será un problema económico nacional.   Ahora le toca el turno a los trabajadores del estado, esos que todos sabemos reciben mejores salarios, prestaciones y jubilaciones que el resto de los mexicanos. Ahora también a ellos les cambian el esquema para ubicarlos en un nivel similar al resto de la población. Dejando su futuro en manos de una afore privada, que podrá incrementar, reducir o conservar su patrimonio, lo cual definitivamente los afecta, pero era ya urgente, pues el monto de la deuda de pensiones es superior al monto del producto interno bruto de un año de nuestro país.  Es decir, es impagable, y no podemos caer en “default”, como el que provocó la crisis de Grecia. Muchos salen lastimados, con una medida que era y sigue siendo necesaria.  

 

Sin embargo vemos a los priistas y panistas defender el cambio de legislación a capa y espada, mientras que la izquierda se solaza en criticar la medida también sin tregua. En ambos casos, quieren usar la reforma como un arma política para obtener votos en la próxima elección, pero de ninguno de los bandos escuchamos un análisis serio, que primero reconozca la urgente necesidad de dicha reforma y en segundo lugar, que encuentre mecanismos para paliar sus efectos. Lo mismo pasó cuando se crearon las afores, nadie dijo toda la verdad, ni nadie mintió totalmente, sólo se dijo lo que convenía a cada parte. 

 

Apenas ayer Recibí un correo electrónico de un “Congreso Nacional Ciudadano” que supuestamente intenta cambiar a México, e invita a más y más ciudadanos a unirse a sus filas. Me interesé en el asunto y me dediqué a leer sus propuestas, muchas de las cuales es imposible no estar de acuerdo con ellas, pero de repente encontré una serie de propuestas populistas, del tipo de dejar de pagar la deuda externa y entendí que son personas sin el mínimo conocimiento de las consecuencias para el país de dicha medida. Para efectos prácticos no somos ni siquiera autosuficientes en la producción de alimentos, y si no somos considerados socios serios en el concierto de naciones, nadie nos va a vender alimentos. Suena muy bonito dejar de pagar la deuda externa, pensar que la deuda surgió por los intereses imperialistas, y que por ello hay que desconocerla, pero no tienen ni idea de las consecuencias para el país y sobre todo el sufrimiento para la población, pero no les importa, buscan engañar incautos y obtener algo de poder y algo de dinero de su organización. Y no hay quien les diga que están equivocados. 

 

Es el caso de algunas propuestas de AMLO, definitivamente son muy buenas, incluso gracias a él hay pensión para adultos mayores, y en su administración el D.F., que estaba a punto de colapsar en sus vialidades, encontró nuevos medios y vías de movilidad.  Sin embargo, mucho de lo que maneja en su plataforma política es demagogia pura, pero como toda demagogia es atractiva para el sector de electores que lo sigue a sol y lluvia. Tampoco allí hay una discusión seria de sus propuestas, y todo parece que se debe a que el elector no quiere propuestas realizables, sino esperanzas, aunque no se puedan cumplir, para poder después mentarle la madre a sus gobernantes. 

 

En el caso de los funcionarios públicos escuchamos en sus discursos optimistas siempre las mismas palabras vacías que nadie cree, pero tampoco nadie se atreve a desmentir.  Escuchamos que vamos muy bien (por cierto la economía mexicana está sorteando bastante bien el temporal, comparada con toda Latinoamérica), pero ese bienestar no es parejo en todo el país, ni lo sentimos en nuestros bolsillos los que vivimos por estos lares del Golfo de México. Y seguimos el ritual eterno de escuchar a los funcionarios mentir mientras nosotros cumplimos con nuestra parte de simular (cuando estamos delante de ellos) que les creemos, y señalándolos con dedo flamígero (a sus espaldas). 

 

Hoy escuchamos al grupo que investiga el asesinato de los 43 que en el basurero de Cocula no hubo humo en el cielo ese día y noche. Pero luego nos enteramos que sólo hubo un satélite que no tenía capacidad para distinguir detalles menores a 250 metros cuadrados, y un techo de nubes que hacía imposible distinguir el humo. Leemos el informe de los expertos que encontraron restos de un incendio (independientemente de que haya sido para incinerar los cadáveres), y luego el propio experto el grupo independiente que dice que sí hubo incendio, pero que no pudo desaparecer los cadáveres, para luego enterarnos de que el propio grupo independiente dice que su propio experto está equivocado con base en una sola foto de un satélite sin la suficiente resolución. Pero también sabemos que la PGR los busca en otros estados como Puebla, y uno se pregunta ¿a quien le creo? ¿Por qué si alguien en la PGR mintió no se le ha procesado? ¿Qué va a pasar con los detenidos? ¿La confesión de tantos que coinciden en lo mismo fue real o inventada? Entonces, la única certeza que tenemos es que ni el Gobierno, ni los asesores de los padres son confiables en lo que dicen e informan. 

 

El abad de la Basílica, Schulemburg, dijo que Juan Diego no existió y que por ello no podía ser canonizado. El obispo que supuestamente recibió el ayate jamás lo reportó a la Santa Sede, pero informaba hasta el monto de las limosnas de cada día, minuciosamente.  Por otro lado, se canoniza a Juan Diego (lo cual implica que sí existió o que la Iglesia nos mintió), y luego vemos cambiar la imagen de un indio azteca a un españolizado mestizo una vez que logró su categoría en los altares.  ¿A quien le creo? ¿Quién me dice la verdad? A fin de cuentas cada quien cree lo que desea.  Y está bien, en cuestiones sobrenaturales es lo correcto, cada quien debe creer lo que guste sin intentar obligar a otro a tener sus mismas creencias, y mucho menos lastimarlo, rechazarlo, discriminarlo, ofenderlo o matarlo por tener creencias diferentes. 

 

Pero en el caso de los asuntos del país, los mexicanos debemos de buscar la Verdad, exigirla de nuestras autoridades. Como país no podemos avanzar si seguimos siendo el país de los dos Méxicos, el que nos pintan las autoridades y el que vemos de manera cotidiana.  No podemos seguir fingiendo que vemos lo que no existe en nuestra realidad, pues así jamás cambiará, y no podremos mejorar nuestro destino ni el de las futuras generaciones.

 

Tenemos la costumbre de aceptar la mentira y la simulación igual que aceptamos la corrupción e impunidad, como una parte común y normal de la vida cotidiana de México. Sin embargo, esa actitud de aceptar lo inaceptable, de simular creer lo increíble, es lo que nos tiene en el más absoluto atraso en nuestro incómodo tercer mundo.  Los países avanzados, esos que merecer llamarse civilizados (ojo, no incluir a EU pues esos son bárbaros), son países en los cuales la sociedad en general rechaza eso que tanto he criticado hoy: SIMULACIÓN, MENTIRA, IMPUNIDAD, CORRUPCIÓN.  Nuestros cuatro jinetes del apocalipsis. 

 

www.josecobián.

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