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Cordero y Oliva

Superiberia

No es una coalición electoral. Es, en esencia, un acuerdo de gobernabilidad para reunificar a Acción Nacional. Cordero y Oliva representan dos expresiones distintas del partido. Dos venas por las que corre la identidad histórica del PAN. Dos visiones del humanismo político que convergen en la circunstancia de una dirigencia necesariamente de transición. Políticos contemporáneos, de la generación de panistas que se formaron en la oposición y se forjaron en el gobierno. Con trayectorias complementarias, Cordero y Oliva forman una dupla potente para construir una mayoría capaz de reorganizar al partido de cara a las elecciones federales intermedias y al mayor calendario electoral local de la joven democracia mexicana. Cordero, liberal de la casta tecnócrata de Acción Nacional. De aquéllos que someten la pasión de la política al rigor de la técnica. Hábil negociador, responsable administrador, hacedor de políticas públicas. Oliva, humanista que entiende a la política bajo el imperio de principios éticos, de un marco de referencia moral sometido permanentemente al refrendo democrático. Eficaz operador electoral, notable comunicador, pragmático gobernante. Cordero, moldeado en la política nacional. Oliva, un incansable constructor del cimiento local. Ambos combinan experiencia de gobierno, liderazgo en la política partidaria, audacia en la procuración de bienes públicos. Dos caras de la pluralidad del PAN que encabezan el proyecto común de reanimar la mística panista.

En la coyuntura que viven el partido y el país, no hay espacio ni pretexto para la neutralidad. Es mezquina la apuesta a la ruina moral y política del PAN para después encarnar la salvación. El PAN nunca ha profesado culto al mesianismo. Su origen fue precisamente la ruta institucional como antídoto al caudillismo. Esa fue la misión, la de las instituciones, que escogió Gómez Morín frente al voluntarismo personalista de su maestro Vasconcelos. La neutralidad, como eufemísticamente se le denomina ahora a la ausencia de compromiso y de las responsabilidades que entraña el liderazgo, es la timorata claudicación frente al statu quo. Si las cosas están mal, si el partido ha perdido el norte ciudadano, si se han extraviado la esencia y la dignidad panistas, simplemente no hay razón moral para mantenerse al margen, para soltar anclas en espera de vientos más favorables. Si el cambio es necesario en el partido, entonces el llamado es a la acción personal para despertar la acción nacional. No basta con señalar los problemas y sentarse en el sillón a ver pasar el curso de las cosas. No se abona a la unidad renunciando al deber propio. La crispación, ese recurrente pretexto para no tener posiciones claras, es resultado no de la competencia, sino de la falta de política. Es el saldo de la crónica debilidad de la institución para pacificar a los diferentes, para resolver los conflictos y para articular la acción colectiva. El liderazgo consiste en asumir riesgos, abrazar causas, ondear banderas. Significa ejemplo, disposición al conflicto para materializar la buena causa, terquedad en la procuración de los fines valiosos.

Cordero y Oliva entienden bien los deberes del liderazgo. Uno y otro pudieron anteponer el cálculo de corto plazo. Decidieron unirse para competir pero, sobre todo, para crear una nueva gobernanza interna. Un modo de gobierno a base de entendimientos entre diferentes. La unidad que emana de un propósito común democráticamente debatido y decidido entre iguales.

La vitalidad de la democracia mexicana pasa por la fortaleza de Acción Nacional. México requiere una fuerza de oposición responsable, constructiva, que defienda las libertades económicas, el Estado de derecho y la pluralidad democrática. Una oposición digna que encare al gobierno para que corrija o enmiende el camino. Una palanca de transformación y modernización de las estructuras de nuestro país. Cordero y Oliva entienden de política y se entienden haciendo política. Son una alternativa honorable, responsable y digna para Acción Nacional. La alternativa de dos tradiciones humanistas que se nutren y complementan. Por eso, Cordero y Oliva no son cualquiera.

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