AGENCIA
Australia.- Adam Britton, un reconocido zoólogo australiano de origen británico, fue condenado a 10 años y cinco meses de prisión por la violación, tortura y asesinato de decenas de perros. La sentencia fue dictada por el Tribunal Supremo del Territorio del Norte, presidido por el juez Michael Grant, quien también impuso una prohibición de por vida para que Britton pueda comprar o poseer animales. La sentencia, que incluye un período mínimo de seis años sin libertad condicional, se aplica retroactivamente desde su arresto en abril de 2022.
Britton, quien se encontraba en prisión preventiva en el Centro Correccional de Darwin desde su detención, enfrentó retrasos en su sentencia tras declararse culpable de 60 cargos relacionados con bestialidad, crueldad animal y posesión de material de abuso infantil. Durante la audiencia, el juez Grant calificó los crímenes de Britton como “grotescos” e “indescriptibles”, advirtiendo que los detalles del caso podían provocar fuertes reacciones emocionales.
A lo largo de su carrera, Britton había sido conocido como un experto en cocodrilos, colaborando en documentales con figuras como David Attenborough. Sin embargo, durante años, llevó una doble vida en la que adquirió 42 perros a través de anuncios en línea, engañando a los dueños al prometerles un buen hogar para sus mascotas. En lugar de cumplir su promesa, Britton filmaba la tortura y asesinato de los animales en un contenedor en su propiedad rural, al que llamaba su “sala de tortura”.
El juez Grant describió cómo Britton enviaba fotos de los perros a sus antiguos dueños, fabricando historias sobre el bienestar de los animales mientras en realidad los sometía a torturas inimaginables. Britton también compartía videos de sus crímenes en la plataforma de mensajería Telegram, utilizando los seudónimos “Monster” y “Cerberus”, y se jactaba de su “recuento de asesinatos” en conversaciones con otros usuarios, lo que evidenciaba el placer que obtenía de la violencia.
En una carta desde prisión, leída en el tribunal por su abogado, Britton asumió la responsabilidad de sus crímenes y expresó un aparente remordimiento, alegando que había luchado contra un raro trastorno parafílico durante gran parte de su vida. Sin embargo, el juez Grant se mostró escéptico sobre la sinceridad de Britton y aceptó la valoración de la fiscalía, que calificó el diagnóstico de Britton como consistente con un perfil de zoosadismo.
El juez subrayó que Britton habría continuado con sus crímenes si no hubiera sido detenido y destacó el uso de armas en la comisión de sus actos, describiendo el placer que el acusado obtenía del sufrimiento de los animales como “repugnantemente evidente”. A pesar de la reciente legislación en el Territorio del Norte que endurece las penas por crueldad animal, los delitos de Britton ocurrieron antes de su implementación, lo que resultó en una pena menos severa.
Fuera del tribunal, activistas en defensa de los derechos de los animales se manifestaron, expresando su indignación por la sentencia, que consideraron insuficiente. Emma Hurst, del Partido Justicia Animal, calificó la sentencia como “patéticamente débil” y urgió a una revisión y fortalecimiento de las leyes contra el abuso animal en Australia. Los manifestantes sostenían carteles que llamaban a Britton “psicópata” y “zoosadista”, exigiendo penas más severas para quienes maltraten animales.