En México hay una extensa y rentable industria de la protesta. Su principio rector es que “el que no llora, no mama”. Y vaya que a lo largo de la historia son muchos los que han mamado. De hecho, su experiencia la podrían plasmar en un manual de operaciones que diría algo así:
“Usted es el CEO (siglas en inglés del Chief Executive Officer) de una industria rentable. Consiga un grupo de mexicanos que viva en la miseria y que pueda movilizar a las capitales estatales y del país. Preséntese como un ‘líder social’ que busca la justicia. Obtenga el financiamiento para la movilización. Proceda a organizar la protesta, lo más escandalosa posible para atraer la atención de los medios. Presione a los funcionarios que tengan la autoridad de darle la recompensa buscada. Negocie a cambio de desmantelar el conflicto.
“Cuando obtenga su objetivo, termine la protesta, pague sus deudas, premie a sus lugartenientes cercanos y quédese con una tajada. El resto, repártalo entre los pobres movilizados. Proceda a planear su siguiente operación.
“Recuerde que la protesta tiene rendimientos decrecientes: los movilizados se cansan y las fuentes de financiamiento se agotan. Por eso, es muy importante buscar y encontrar a los gobernantes más débiles que son los que más rápido acceden y sueltan. Tenga cuidado, sin embargo, con los de mecha corta o los que, cansados del escándalo, recurren a la fuerza pública (algunos CEO’s destacados de la industria han sido encarcelados). Finalmente, aproveche las épocas electorales donde los rendimientos son mayores: hay muchos políticos dispuestos a apoyarlos a fin de fastidiar a sus adversarios”.
Flavio Sosa fue un destacado CEO de la industria. Alcanzó la fama internacional. Enfrentaba a políticos corruptos y autoritarios en un estado pobre como Oaxaca. Su discurso era impecable; su protesta, eficaz. Secuestró la capital estatal y la sumergió en un caos anárquico. Vaya que este CEO tenía experiencia: militó en el PRD, apoyó al candidato panista Vicente Fox y fue operador del gobernador priista José Murat; secundó la candidatura del doctor Simi y luego se reincorporó al PRD; finalmente lideró a la APPO en Oaxaca. La ambición lo cegó: no supo cómo y cuándo terminar con la protesta. El gobierno se cansó y lo encarceló en Almoloya.
César del Ángel Fuentes, dirigente del Movimiento de los 400 Pueblos, ha sido otro CEO destacado. Su grupo se caracteriza por desnudarse en sus manifestaciones. El CEO explica la estrategia: “Al llegar Vicente Fox al gobierno éramos libres de movilizarnos, había mucha tolerancia, pero nadie nos hacía caso; había muchas protestas y el pueblo ya nos veía como algo normal, así que decidimos hacer algo que fuera diferente para lograr atraer la atención y que escucharan nuestras demandas”. Fue un éxito: “causó un impacto mayor y muchas críticas, pero logramos que hubiera una respuesta de Gobernación”.
Del Ángel, sin embargo, es modesto. No se considera un manifestante profesional. Pero él siempre está dispuesto a buscar nuevas estrategias para una protesta eficaz: a sus enemigos políticos “les duele más que los traigamos de taparrabos”. Hoy, de acuerdo a las recomendaciones del manual de operación, vuelve a activarse. Y es que en Veracruz habrá elecciones este año. Son época de turbulencia política donde los rendimientos crecen. No por nada, sus bases ya se preparan para encuerarse aquí y allá.
En Guerrero aparece una nueva empresa de protesta denominada como Movimiento Popular de Guerrero. Bloquean la carretera México-Acapulco y las tiendas departamentales de Chilpancingo impidiendo el paso de automovilistas y clientes. Pretenden que el Congreso estatal apruebe una Ley de Educación del estado que mantenga los privilegios de los maestros guerrerenses. Consideran que las reformas constitucionales en materia de educación, que recientemente se aprobaron, “no son en beneficio del pueblo, sino de las grandes transnacionales”. Son muy escandalosos. Portan palos y hasta armas. El gobierno de Ángel Aguirre Rivero al parecer ya dobló las manitas. Parece que accederá a sus demandas. Lo dicho: en México la industria de la protesta reditúa. Y es que el que no llora, no mama…