Bien dicen que todo está en la interpretación, en cómo se vende una información. Ver el vaso medio lleno o verlo medio vacío. O ni siquiera ver el vaso. Sin embargo, lo cierto es que también hay temas que son imposibles de ver favorables a pesar de todo el entusiasmo que se le ponga al análisis. La situación de la educación en nuestro país, es uno de esos varios temas que está mal. Muy mal, por no decir en situación crítica.
Cuando supimos que para la OCDE -integrada por 34 países- somos el último lugar en nivel educativo, fue imposible no alarmarse. Peor aún, porque tal índice se dio a conocer cuando estábamos en el ojo de huracán provocado por los “maestros” integrantes de la CNTE.
Las calles del Distrito Federal eran escenario (aún lo son) de las manifestaciones y bloqueos que organizaban para intentar echar abajo una reforma educativa que amenazaba con sus privilegios y vicios.
Pero hace unos días, se revelaban otras cifras que, más que alarmantes, se antojan catastróficas. Las dio a conocer el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA), quienes realizaron un examen a jóvenes de 15 años para medir sus conocimientos. Los resultados no sólo confirmaron que, en efecto, la medición de la OCDE es correcta, sino que de los 65 países que participaron en su prueba, ocupamos el lugar 53. Los números así, en corto, quedaron de la siguiente forma:
– Ocho de cada 10 estudiantes no cuentan con conocimientos y habilidades básicas en matemáticas. Tendrían que pasar 64 años para que se alcanzara al mejor sistema educativo en esta materia.
– Sólo 0.1% tiene nivel de excelencia en el área científica. Necesitamos 149 años para lograr la excelencia.
– El nivel de lectura en nuestro país necesita 65 años para alcanzar el promedio de los países miembros de la OCDE.
– El rezago educativo en México es de dos años con respecto a esos otros 33 países con los que se le compara.
Estas son algunas de las cifras que encierra ese último lugar que nos concede la OCDE. También son las razones por las que pensamos que la Reforma Educativa es un paso necesario, que le urgía al país. Pensar en los estudiantes por encima de intereses sindicales o de alguna otra organización que ha hecho del sistema educativo, una forma de vida. La venta de plazas, la posibilidad de heredar a sus familiares sin importar su preparación docente. La negativa a una evaluación cuyos resultados van en beneficio directo de los estudiantes. ¿A quién no le gustaría saber que lo que se imparte en las aulas escolares viene de un verdadero profesional y no de un militante?
La educación, el trágico y frágil talón de Aquiles de nuestro país, que a gritos nos pide por cambios a lo que algunos aún se quieren resistir.