AGENCIA
Nacional.- A unos pasos de Palacio Nacional, donde Claudia Sheinbaum despacha como presidenta de México desde hace casi un mes, el Centro Histórico de la Ciudad de México es escenario diario de delitos y conflictos sociales. Las calles aledañas son ocupadas por el crimen organizado, comercio informal descontrolado, mafias internacionales y situaciones de mendicidad, violencia, y migración, a la par de manifestaciones y sexoservicio.
El reciente atentado armado contra la activista trans y líder de comerciantes informales Diana Sánchez Barrios, ocurrido el pasado 17 de octubre en la transitada calle Motolinía, expuso el descontrol y violencia que azotan la zona. Sánchez Barrios fue atacada junto a su primo y un amigo; este último murió a consecuencia de las heridas. La nueva jefa de Gobierno, Clara Brugada, respondió reforzando la presencia policiaca en la zona con 330 efectivos adicionales y operativos de revisión, pero los autores del ataque aún no han sido detenidos, pese a las más de tres mil cámaras de videovigilancia en la zona.
Un migrante peruano de 40 años, quien llegó a la capital en espera de su cita en el Instituto Nacional de Migración, encontró empleo en el comercio informal bajo condiciones de explotación y amenazas de mafias como “Los Chinos” y “La Unión Tepito”. Al intentar vender mercancía de forma independiente, fue interceptado por extorsionadores de la Unión Tepito, quienes exigieron 200 pesos por permitirle estar en una esquina. El testimonio de este migrante muestra el poder de estas organizaciones en el Centro Histórico, donde el crimen organizado controla el cobro de “derecho de piso” y mantiene una red de bodegas y negocios ilegales en viejas construcciones.
La Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) señala a La Unión Tepito como el grupo criminal dominante en la zona, conocido por secuestros, homicidios y extorsión. Sin embargo, otros grupos como La AntiUnión Tepito, junto a mafias extranjeras integradas por colombianos, venezolanos y coreanos, también extienden su control. La organización 2 de Abril y el uso de inmuebles en la Plaza Santo Domingo para secuestros exprés son otros ejemplos de la violencia y descontrol que persiste en el primer cuadro de la ciudad.
Además, comerciantes de la zona aseguran que la cantidad de vendedores informales ha aumentado exponencialmente, y las más de 100 organizaciones de comerciantes ambulantes operan sin regulación. Silvia Sánchez Barrios, hermana de la activista atacada, denuncia que la situación está “fuera de control”. Las autoridades, incluido el nuevo titular de la Autoridad del Centro Histórico, Carlos Cervantes Godoy, han intentado ordenar el comercio sin éxito, y los esfuerzos para enfrentar la corrupción no han frenado la expansión de estos grupos.
Gerardo Cleto López Becerra, líder de pequeños comerciantes, lamenta la inseguridad y descontrol en la zona, sumados al cierre constante de vialidades, lo cual ha afectado el comercio formal. La presencia de delincuentes y los constantes operativos han cambiado el flujo de clientes, quienes ahora evitan la zona, lo que representa una caída de ventas de hasta 40%.
Mientras el Centro Histórico, centro político, social y turístico de la capital, sigue bajo asedio, el desorden e inseguridad persisten, y ni el reforzamiento policiaco ni las medidas recientes parecen suficientes para devolver la tranquilidad a una de las áreas más emblemáticas de la Ciudad de México.