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Celebración rarámuri de Semana Santa: Una lucha simbólica entre el bien y el mal

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AGENCIA

Chihuahua.- En lo profundo de la Sierra Tarahumara, el pueblo rarámuri conmemora su Semana Santa con una festividad ancestral conocida como comonorirawachi, que significa “cuando caminamos en círculo”. Este evento, considerado crucial en el calendario espiritual de esta comunidad indígena, simboliza la eterna confrontación entre el bien y el mal.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), los rarámuris se organizan durante estos días en dos grupos: los “fariseos”, aliados del diablo, y los “soldados” o “capitanes”, defensores de Dios y su esposa. Esta lucha simbólica busca proteger al universo y garantizar el equilibrio cósmico, según la cosmovisión rarámuri.

Las celebraciones se llevan a cabo en torno a unos 30 templos ubicados en los 35 mil kilómetros cuadrados del llamado “mundo tarahumara”. Uno de los sitios más emblemáticos es Norogachi, cerca del Pueblo Mágico de Guachochi, donde durante tres días se realizan danzas, procesiones y rituales que inician con una fogata en la cima de una montaña. Vestidos con trajes tradicionales y al ritmo de tambores y violines, los participantes descienden hasta el atrio de la misión.

Una de las expresiones más representativas es la danza de los pintos, en la que hombres decoran sus cuerpos con manchas blancas hechas de cal y agua. El clímax llega el Sábado de Gloria con la quema de una figura de Judas, vestido de mestizo, que simboliza el triunfo del bien.

En San Ignacio de Arareco, municipio de Bocoyna, también se realizan ceremonias intensas. Aquí, los participantes ayunan durante el Jueves y Viernes Santo como muestra de devoción, culminando con un platillo comunitario conocido como tónari, preparado por las mujeres del pueblo.

La espiritualidad rarámuri combina elementos del catolicismo con creencias ancestrales. Para ellos, Dios y su esposa (la Virgen María) representan el Sol y la Luna, mientras que el diablo es el hermano mayor de Dios y protector de los chabochis (no indígenas). En lugar de un hijo divino, creen que los rarámuris son los únicos hijos de la divinidad.

Durante estas fechas, los “soñadores” —guías espirituales que interpretan mensajes divinos— advierten que Dios se debilita temporalmente por el consumo de tesgüino, una bebida fermentada tradicional, lo que lo hace vulnerable al diablo. De ahí la necesidad de protegerlo a través de rituales colectivos.

La culminación de la festividad ocurre con una última confrontación entre “fariseos” y “soldados”, y la posterior quema del Judas, acto que marca el fin de los malos espíritus y la renovación del ciclo anual.

El antropólogo Horacio Almanza, del INAH, subraya que esta celebración no solo reafirma la fe rarámuri, sino que también representa una forma de resistencia cultural frente a la occidentalización. A pesar de la presencia ocasional de sacerdotes católicos, la vida religiosa rarámuri se mantiene autónoma y profundamente conectada con sus raíces.

Para los rarámuris, todo lo que son y poseen fue legado por Dios a sus antepasados al inicio del mundo. En cada Semana Santa, reafirman ese legado con devoción, identidad y resistencia.

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