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Caro Quintero

Superiberia

“De esta manera inició su marcha. Toda la población pudo presenciar esa noche el paso de la historia. Todos miraron a aquella leyenda caminar lento —casi encorvado por la carga tan pesada de los años en prisión—, pausado, silencioso…”, así narra J. Jesús Lemus en Los Malditos, el momento en que Rafael Caro Quintero era trasladado del penal de Puente Grande a uno de mediana seguridad. Este mismo momento debieron vivir aquellos que le hicieron compañía en los que se convirtieron sus últimos años en prisión.

“Don Rafa” le llamaban en Puente Grande, según lo cuenta Lemus. Callado, siempre solitario. Renuente a las entrevistas que le solicitaron tantas veces. Se leyó todos los libros de la biblioteca del penal de máxima seguridad. Se le respetaba dentro de él como si fuera una autoridad, una que no ejercía a pesar de ser fundador del cártel de Guadalajara. A pesar de deber su estancia en prisión a una condena por narcotráfico y por el asesinato de Enrique Camarena, un agente antinarcóticos de la DEA estadunidense. Esta última sentencia, tan significativa ahora.

De nuevo la historia del debido proceso. A Caro Quintero se le debió juzgar por homicidio en el fuero común, no en el federal. Y eso bastó para que casi 30 años después, su condena por asesinato pasara a una inmediata libertad.

Su ex abogado, José Luis Guizar, me decía ayer  que, en efecto, su libertad debió suceder hace mucho tiempo. Pero apenas ayer se le concedió el amparo definitivo. Ya no puede ser juzgado de nuevo. Su condena por narcotráfico ya la cumplió y a todos, tal como lo escribe Lemus, sólo nos queda ver este momento de la historia de nuestro país.

Otra vez la justicia mal entendida. Otra vez los vacíos, los errores, la razón jurídica que funciona a favor de un delincuente, no de la misma justicia. La DEA, incluso la PGR, muestran hoy su preocupación. Por un lado, en Estados Unidos buscarán la forma de que Caro Quintero pague por el homicidio de Camarena; por el otro, la impartición de justicia en nuestro país tiene un nuevo expediente que obliga a su revisión. ¿Cuántos casos más de criminales pueden tener este final?

El apego a derecho marca la diferencia. Iniciando el año, Florence Cassez nos lo dijo. Ahora don Rafa, el Don Rafa de Puente Grande nos lo recuerda.

El que ostentó, que fácil, por el tamaño de su fortuna, pagaba la deuda externa de nuestro país. El narcotraficante, el asesino, hoy está libre; y las instituciones que imparten justicia en México quedan en ridículo una vez más.

“¡Rafael Caro! —le gritaron—, arregle sus cosas inmediatamente. Se escuchó el salto que pegó desde su cama y en menos de diez minutos el célebre personaje de la historia criminal de nuestro país, ya estaba parado en su estancia, en posición de revisión, con su colchón y dos bultos amarrados en dos sábanas que contenían las escasas pertenencias con las que vivió en prisión…”. Dicen que ya anda en Sinaloa, o quién sabe dónde, pero ya en libertad.

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