Tetlama.- El puñado de autoridades nahuas de Tetlama, Morelos, a 17 kilómetros en línea recta de Cuernavaca, bajo un sol grosero, muestra las obras sociales hechas por la minera Silver del consorcio canadiense Esperanza Resources: un arco de piedra recientemente construido sirve de entrada a la callecita pavimentada de 75 metros de largo que desemboca en la ermita de San Agustín.
La comitiva militante del Partido Revolucionario Institucional (PRI) recorre el pueblo rodeado por un paisaje agreste, seco. La encabeza el comisario de bienes comunales Julián Hernández, quien tiene la piel tatemada y un trato retador.
Las autoridades de Tetlama desafían al gobierno estatal, arqueólogos y ambientalistas, y al movimiento adversario emergente en 16 comunidades de los municipios de Miacatlán, Temixco y Xochitepec, que rechazan los trabajos de la firma canadiense por considerarlo devastador.
Sin embargo, Hernández argumenta que los mil 400 habitantes de Tetlama están hartos de vivir en la pobreza y la marginación, por lo que asumirán los costos ambientales, a la salud y agropecuarios, que hubiere a cambio de la promesa hecha por la minera: “Nos dará empleos para toda la gente”.
Hernández comenta que la minera empezó los trabajos de exploración en 2004. Admite que la comunidad no cuenta con asesoría legal, laboral ni ambiental.
En realidad Tetlama está dividido por el tema de la minera. Aunque esa división se mantiene en lo privado.
Agencias