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Calladitos

Superiberia

 

Culminó el proceso para la aprobación de las leyes secundarias en materia energética con la noticia de que no se concretó la tan anunciada “madre de todas las batallas” que los opositores a esta reforma tanto cacarearon.

Mucha tinta y papel se consumieron en la difusión de teorías de la conspiración ociosas sobre la extraña coincidencia de que el debate legislativo coincidiera en tiempos con los partidos de la Selección Mexicana en el Mundial de Futbol de Brasil. Dato duro simple: el Tri fue eliminado el 29 de junio y las leyes secundarias fueron aprobadas en su totalidad el pasado miércoles 6 de agosto. Pasaron casi 40 días en los que pudo haberse organizado la “resistencia” (en forma de marchas, bloqueos, tomas de tribuna) que en cualquier sentido sonaba a profecía autocumplida. Pero no ocurrió.

¿A qué se debió tanta civilidad? ¿Pudieron más las vacaciones del verano? ¿Los ultras se dieron cuenta de que el tema no prendía entre la gente? ¿O de alguna forma, en el fondo de su corazoncito, las izquierdas sí están de acuerdo con la reforma y por eso no hicieron mayor alharaca, aunque votaron en contra y sacaron mantas en las sesiones para no decepcionar a sus bases?

Puede ser una mezcla de todas, o ninguna. Me arriesgaría a especular que las izquierdas le bajaron a su ruido porque, sí, curiosamente, están apostando a la civilidad.

Si bien el Partido de la Revolución Democrática no renunció a la estrategia de impugnar lo más que se pudo las nuevas legislaciones interponiendo reservas que ocasionaron sesiones maratónicas, lo cierto es que no ofreció ese lamentable (e inútil) espectáculo de tomar a como diera lugar las instalaciones camarales para obligar a los legisladores de los otros partidos a instalar la Mesa Directiva desde un balcón, en el mejor de los casos, o buscar un recinto donde sesionar, en el peor de los casos.

Asuntos como quién cargará con el problema de los pasivos laborales de Pemex y CFE desataron un nuevo debate público, que se vio reflejado en la redacción final de las leyes secundarias. Y aunque no es motivo de orgullo (porque es su obligación), por una vez diputados y senadores privilegiaron el trabajo a las vacaciones, y no se legisló al vapor. Poco de esto hubiera sido posible en los escenarios de encono a los que nos tienen acostumbrados los militantes de las izquierdas, que presumiblemente seguirán insistiendo en la vía de una consulta popular para revertir las nuevas leyes.

Es claro que, de cara al relevo de su dirigencia interna, lo que menos quiere provocar el PRD es la imagen de partido rijoso e intransigente. Y en estos contextos de civilidad inesperada, sorprende que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, quien fuera el adalid simbólico del perredismo en su oposición a la Reforma Energética, haya abierto la posibilidad de competir por el liderazgo del Sol Azteca. Aun cuando no fuera un candidato de unidad, la presencia de Cárdenas sin duda contribuiría a reducir tensiones internas en un partido que ha hecho de las broncas poselectorales la especialidad de la casa.

Pero el caso más notorio de civilidad lo dio, quién lo dijera, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), que se aglutina en torno al liderazgo de un Andrés Manuel López Obrador que mantuvo un bajo perfil en el que se supondría que sería su momento estrella, organizando pequeñas reuniones y mítines en poblados alejados, uno de ellos incluso en un recinto religioso.

Es más extraño porque la negociación de la Reforma Energética ocurrió al mismo tiempo que su nuevo partido obtuvo el registro que le permitirá competir en los comicios del año entrante. En el papel, la Reforma Energética le daría los suficientes reflectores para atraer la atención del electorado hacia Morena y marcando claramente una diferencia con el PRD, al que indudablemente le arrancará votos.    

¿Por qué no hizo nada? Una buena hipótesis es que López Obrador ya ensayó otro tipo de cálculo político. Veamos: la meta de Morena y los dos nuevos partidos, como ya lo documentó Excélsior el pasado domingo, es lograr un millón de votos para refrendar su inscripción. Es claro que para convencer a tal cantidad de mexicanos es necesario ofrecer una imagen de moderación, que tampoco es extraña en el tabasqueño. Su paso por la jefatura de gobierno capitalina demostró que cuando era necesario podía mostrar su mejor rostro: conciliador, amable, abierto a la negociación e incluso chistoso. Es obvio, además, que algo aprendió AMLO de la campaña negativa de 2006: en la búsqueda de su supervivencia y el acceso a los fondos públicos, nada sería más devastador que el reciclaje del plantón en Reforma y otros numeritos que sus fieles más radicales han protagonizado.

Esa sería una buena explicación de por qué Morena optó por una paz relativa: no quiere darle municiones a sus enemigos y busca captar simpatías de los moderados de izquierda. Más allá de que lo haga por conveniencia electoral, es sano que un actor conocido por su beligerancia entienda que la competencia por el voto estriba en el diálogo con respeto y no en ver quién grita más fuerte. Hablando firme, pero más quedito, sin duda se verá más bonito.

 

Twitter: @Fabiguarneros

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