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Buscan a sus hijos en la zona

Superiberia

Amatlán.- Las mujeres centroamericanas que participan en la Décimo Tercer Caravana de Madres Migrantes, buscan a sus hijos desaparecidos en su trayecto por México, sólo por saber que están bien, que vuelvan a comunicarse con su familia en Honduras, Salvador o Guatemala.

Con la idea de una mejor calidad de vida los núcleos se desintegraron y ahora desean encontrarse de nueva cuenta.

Mayra Mejía, es una de las mujeres que viajó en esta ocasión en La Caravana, pues quiere hallar a su hermano Juan Carlos, quien desde hace 10 años salió para los Estados Unidos, en su trayecto  cayó al río en Piedras Negras, según le indicó un compañero de viaje y tras el accidente no supo más de su persona.

Para volver a verlo inició un procedimiento de investigación, por lo que en su País y en México interpuso una denuncia en la Embajada, pues salió cuando tenía 25 años y ahora deberá tener 35.

María Clementina Vásquez, es otra persona que busca a su hija María Inés Vázquez, quien hace 17 años salió de Honduras, dejando a un pequeño de 24 meses y de quien ella se hizo responsable, pero ahora que tiene 20 años no desea buscarla, pues siente que lo abandonó.

Sin embargo, el amor de madre de María Clementina la hace salir en su búsqueda. Presuntamente Inés quería un trabajo para que su mamá no laborará más en la Alcaldía y ahora no sabe nada de ella, recuerda con cariño sus pestañas delgadas, las que no se depilaba, así como un lunar que tenía cerca del ojo izquierdo

Reina Isabel Portillo, ella viene de El Salvador busca a su hijo Martín Leonel Álvarez, quien salió el 15 de julio del 2010 al lado de su primo, iban a Estados Unidos, pero se separaron al llegar a la frontera, “lo vio cruzando el río, pero todos se metieron al ver el helicóptero norteamericano”.

Ella ha viajado en dos ocasiones en La Caravana, pero en esta ocasión a diferencia de las otras ha encontrado dos pistas, una que según lo vieron trabajando en un hotel en Puerto Madero y otra que en un albergue.

Sin embargo, no le da certeza, pero esta vez considera que tiene una esperanza, eso la fortalece para no regresar triste,  “sólo Dios sabe dónde está. Tenía 19 años cuando decidió salir, cursaba el segundo año de bachillerato, pero como a veces no había dinero para el material que necesitaba en sus tareas, decidió irse”.

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