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Buen pronóstico

Superiberia

 

El tema financiero fue uno de los aciertos del sexenio pasado, pero quedó deslucido por completo por la atención centrada en los asuntos de la guerra contra el narcotráfico. Hoy los  asuntos económicos del país están a punto de entrar a una nueva era, cuando se conozca a fondo el contenido de la reforma fiscal, que se estaría anunciando esta semana, pero que quedó pospuesta tras el escándalo de Veracruz.

Pero aquel, el financiero, es el asunto que hoy permite a México asegurar que el futuro inmediato no sufrirá repercusiones, producto de las condiciones económicas que se viven (y que se padecen) en el resto mundo, condiciones todas que se arrastran por las crisis económicas de 2008 y 2009.

Lo hemos dicho aquí en varias ocasiones: nuestro país no sufrió los estragos de estas crisis de la misma manera en que lo hicieron otros, como Grecia, Italia o la propia España, cuya situación es por demás complicada, si no es que francamente desesperada. El “plan de austeridad” no ha podido impedir que miles de personas pierdan los que eran sus puestos de trabajo; la tasa de desempleo va por 27%, unos seis millones de personas, las mismas que también han salido a las calles para manifestarse por esta medida del presidente Mariano Rajoy, con la que se espera que se logre un ahorro de más de 150 mil millones de euros en un plazo no mayor a 24 meses, cifras que no pueden sino dejar a un lado el retrato del drama humano: los desalojos, el llanto, los suicidios…

Pero México vive otra historia. Y el pronóstico de Luis Videgaray sigue siendo el que anunció hace unos meses, cuando se dijo que se espera que el crecimiento económico de México para este año sea de 3.5%, a pesar de las condiciones que aún se viven por las crisis financieras de los últimos años; el blindaje puesto en marcha el sexenio pasado y el plan del gobierno actual servirán para que se enfoquen los esfuerzos en hacer que la economía al interior del país sea el motor que mantenga el ritmo que ha llevado nuestra economía a buen paso.

De ahí, evidentemente, que en estos primeros meses de gobierno se hayan impulsado reformas que parecían impensables, pero que, a pesar de las minorías reaccionarias a los cambios, han dejado un buen sabor al interior del país y mejoran la imagen de México al exterior.

La reforma laboral, impulsada en el periodo de transición, la educativa y la de telecomunicaciones, que estará viendo la luz próximamente, han logrado en muy poco tiempo que se asegure un futuro inmediato donde se abrirá la posibilidad, por primera vez en mucho tiempo, de mejorar las condiciones de inversión, de trabajo y de competitividad a nivel no sólo interno, sino internacional.

La reforma hacendaria, junto con la energética, serán los próximos grandes retos, de los que dependerá mucho que México entre en una nueva etapa, donde el manejo y la recaudación de los recursos con los que contará, sean mucho más eficientes, más justos y claros.

En cuestión de días conoceremos el contenido exacto de esta reforma, pero independiente de ello es que México sí puede respirar tranquilo en materia económica, porque el que las crisis de los últimos tres años no hayan dado repercusiones dentro de nuestras fronteras sí habla de que se está manteniendo un ritmo correcto y con perspectivas muy alentadoras…

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