La semana termina con un Informe desinflado del presidente Enrique Peña Nieto, el “tarifazo” en el precio de los combustibles y la energía eléctrica, una balacera en Orizaba y los exabrutos del panismo cordobés. En primer lugar y como nunca antes en la historia, el presidente de la República llega a su cuarto año con el repudio casi generalizado de los mexicanos. Siete de cada diez ciudadanos lo desaprueban, según los sondeos más recientes.
Sólo es superado por el gobernante en turno de Veracruz, quien tiene un 87 por ciento de rechazo. Es decir, 8 de cada 10 veracruzanos repudia su gestión, según la encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE). Además, la popularidad del mexiquense se hundió más al haber recibido en Los Pinos al candidato republicano de Estados Unidos, Donald Trump, lo que fue tomado como una traición al pueblo mexicano, que ha sido blanco del desprecio y la verborrea ácida del multimillonario empresario.
En la Ciudad de México como siempre se dieron las marchas y plantones de repudio a los cuatro años de gestión de Peña Nieto, pero como ha sucedido en los últimos años, él no acudió al Congreso de la Unión a entregar personalmente el Informe, lo hizo el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, mientras que Peña se reunió con un grupo selecto de jóvenes -en un escenario controlado y con un guión a seguir- para “informarles” a ellos los detalles de su Informe. Es un capitulo nuevo en la telenovela diseñada por Televisa para que Peña no le dé la cara al pueblo.
A la par, ayer jueves entraron en vigor el incremento en los precios de las gasolinas, el diésel y la energía eléctrica, el regalo envenenado del Gobierno Federal para todos los mexicanos que se creyeron el cuento de que el país se convertiría en el ‘cuerno de la abundancia’ con la Reforma Energética –léase la privatización de la riqueza petrolera y la industria eléctrica-. Pero los mexicanos tienen lo que se merecen. No hicieron nada por defender el Patrimonio Nacional, ahora les toca pagar por su indiferencia.
A nivel local, dos cosas resaltan pero no sorprenden. Una, la balacera registrada en la noche del miércoles y madrugada del jueves en Orizaba, que provocó caos entre los lugareños al grado de llegar a la suspensión de actividades en varias escuelas y que echó por tierra –otra vez- el discurso del alcalde priista Juan Manuel Diez de que La Pluviosilla es una ciudad segura y tranquila. No lo es, no lo ha sido y el problema no sólo es la inseguridad y la violencia, sino que tiene un edil que vive en la negación permanente en lugar de afrontar la realidad y ocuparse de ella.
Lo descabellado es que ahora Diez Francos se disfraza de Donald Trump y alude al muro que quiere construir entre México y Estados Unidos. El “republicano huehuenche”, Diez Francos sostiene que si hubiera un muro entre Orizaba y el resto de los municipios aledaños no llegarían a la ciudad ni delincuentes, ni vendedoras indígenas, ni pobres ni gente fea. Todo sería un cuento de hadas. ¡Qué alguien despierte al edil, que seguramente sueña que es Hitler el que gobierna el Tercer Reich, para que deje de decir burradas y que se ponga a trabajar en la seguridad!
En Córdoba no andan muy alejados de las tonterías que se dicen en Orizaba, nada más que éstas son en el ámbito político. Ahora, el grupo de los exdiputados Víctor Serralde –o como se llame en realidad- y Juan Bueno Torio, que controla al Ayuntamiento y al comité municipal del PAN, pretenden finiquitar el pacto con la fidelidad y entregar la alcaldía al tricolor. Eso quedó develado por el dirigente municipal del blanquiazul, ex yerno del alcalde Tomás Ríos y empleado de Serralde, ah y también regidor, Iván Espinosa Hermida al ‘destapar’ al empresario Mauricio Delfín Domínguez como futuro candidato del panismo a la presidencia municipal para el 2017.
El PAN cordobés, en manos de Hermida, Serralde y Bueno Torio, pretende arrobar a un priista, quien fue Síndico en la administración que encabezó el terrablanquense, Francisco Portilla uno de los alcaldes más corruptos que ha tenido la ciudad, como si no hubiera otros personajes valiosos y decentes en Córdoba. Pero los dichos del señor Espinosa Hermida no son ociosos ni tontos, ni
desaciertos sino la revelación del acuerdo existente del panismo local y el Ayuntamiento con la fidelidad, para traicionar al PAN y al mismo pueblo cordobés. No es la primera vez que lo hacen y van por más. Esto demuestra la certeza de aquella frase de los abuelos: “Perro que come huevo, aunque le quemen el chipo”. Los panistas cordobeses no se cansan de traicionar sobre todo cuando hay dinero de por medio.
EL ARTE DE LEGISLAR
Es necesario que los próximos ocupantes del recinto parlamentario –todos y de todos los partidos políticos- tenga un curso intensivo para que logren entender que lo que van a hacer es gobernar. Si no hay cursillos que los preparen, por lo menos que sean autodidactas y lean sobre su futuro oficio. El Poder Legislativo es uno de los tres entes que conforman el Estado, y por ende su quehacer también es gobernar. Se ha malentendido –a conveniencia, claro- de que gobierna el Ejecutivo y obedecen el Legislativo y el Judicial. Esa es la costumbre en México, en cuyas ocho décadas de predominancia priista se instituyó un presidencialismo absoluto y la sumisión de los otros dos poderes.
No es tal y si bien en México no se puede cambiar esa práctica, si se puede hacer a nivel local cuando el contexto lo permite. Por ejemplo, en Veracruz, donde habrá una alternancia en el poder estatal, es momento de ensayar esa independencia y sobre todo, recuperar la dignidad del Congreso Local, tan ajada por las legislaturas anteriores que han estado saturadas de pillos, mercaderes y acémilas. La legislatura saliente es una muestra de la decadencia en el oficio parlamentario. Y legislar es un arte y una ciencia, dicen los estudiosos. Y legislar al igual que aconsejar, es también gobernar, acota la investigadora francesa Sophie Delbrel de la Universidad de Orleans.
Su obra “Legislar, aconsejar y gobernar”, debería ser leída por los próximos parlamentarios veracruzanos para que comprendan que serán el contrapeso del Ejecutivo y del Judicial y los que impidan la predominancia insana de un hombre –en este caso el Gobernador- o la de los jueces –los ministros del sistema judicial en el caso de Veracruz-. También es imperioso que los nuevos legisladores se ilustren con una de las obras más completas sobre el quehacer legislativo: “El arte de legislar”, del jurista español, Virgilio Zapatero. Dicha obra es una de las mejores investigaciones sobre la teoría de la legislación, y no solo está escrita en español, sino que mucho de su contenido reposa en experiencias parlamentarias de España y América. Con la lectura de Zapatero se entenderá que las leyes son para resolver problemas, no para crearlos –como ha sucedido en el último par de meses en Veracruz- ni para ser instrumentos que refuercen el poderío del gobernante en turno, ni para satisfacer los intereses de los poderes facticos –los empresarios, la Iglesia, el crimen organizado, entre otros- .
El quehacer del Diputado debe ser uno de los más dignos, expone Zapatero, y sus nombras (leyes) que elaboren deben llevar toda la carga de dignidad posible, porque su destinatario es el pueblo, el que paga su salario y el que les dio la encomienda de elaborar la legislación que rija su convivencia y su destino. Un asambleísta (Diputado) debe ser un hombre digno en su persona y en su oficio, porque él mismo representará la dignidad de un Estado.
Vaya, eso suena a utopía si se aplica a los integrantes de las últimas cinco o seis legislaturas veracruzanas. En todas ellas, los hombres dignos se cuentan con los dedos de las manos y sobran apéndices.
“La norma ha de ser una de las herramientas más dignas en la intervención estatal”, sostiene Zapatero, y esas normas no se crean por obra y gracia del Espíritu Santo, sino por la dedicación y preparación de los diputados. Por ello, en la redacción normativa, dice el también catedrático de la Universidad de Alcalá, resulta inestimable la participación de personal experto. Esto significa que ni en España, ni en México ni en China, se puede poner a escribir leyes a orejones con carrera trunca, ni a los llamados analfabetas orgánicos, esos que saben leer y escribir, pero ni leen ni escriben. Si los representantes populares no saben de leyes –algo imperdonable- se deben preparar y se deben acompañar por expertos. Empero, un asesor o consejero no es suficiente, porque el legislador debe ser quien defienda y justifique esa Ley o enmienda ante sus pares –en el debate parlamentario- o ante el pueblo, al que debe rendirle cuentas sobre lo que aprobó y lo que detuvo –esas iniciativas de Ley que le serían nocivas-. Entonces, los asesores no sirven si el Diputado es un desconocedor de las leyes y del proceso para crearlas.
En el catálogo de lecturas obligadas –y urgentes, se insiste- para los próximos diputados locales, está el libro “Legislar a la sombra de la negociación social” (Légiférer à l’ombre de la négociation sociale) del investigador francés Bernard Gomel –si no encuentran la versión en español, paguen un traductor, la obra lo vale-, en el cual se documenta cómo un producto normativo (una Ley) puede tener “doble legitimidad”, la que adquiere al ser una orden gubernamental -escrita por el poder Legislativo y promulgada por el Ejecutivo- y la que recibe al tener un soporte de aceptación y apoyo popular.
Basado en la leyes promulgadas en Francia, entre los años 2007 y 2008, el catedrático galo sostiene que el “dialogo social” deber ser imperativo a la hora de construir leyes, porque el patrón es el pueblo y habrá que escucharlo. Un diputado no se manda solo ni es empleado del Presidente del país –entiéndase, el Gobernador para el caso veracruzano- y por ende, debe ir a consultar a los ciudadanos sobre aquellas propuestas que los afecte drásticamente. Está obligado a ello, se le paga por ello, le debe servir al pueblo, es un representante popular, les recuerda.
Finalmente, si los futuros ocupantes del edificio de la calle Encanto son muy flojos para ponerse a estudiar de manera autodidacta las obras teóricas sobre el quehacer parlamentario –lo que sería reprobable- por lo menos que lean la magnífica novela “Carrera hacia el poder”, del británico Jeffrey Archer –la cual ya se ha citado en este espacio- que trata de la vida de tres asambleístas en el parlamento inglés, el más antiguo del mundo, y su obligado retorno a cada distrito para darle cuentas a sus representados.
El lector se preguntará porqué este texto intenta ser muy rebuscado. Para nada, es una pequeña contribución a la causa de todos: tratar de tumbarles las orejas de jumento a muchos de los próximos encargados de hacer leyes en Veracruz, quienes asustan en verdad con solo saber de sus currículos. No hay que darles tregua ni oportunidad de ‘colarse’ y la consigna es unánime: ¡Ni un burro más en el Congreso Local!