Está lejos de ser un niño, ya que tiene entre 37 y 38 años, pero Fernando Sánchez Arellano, alias El Ingeniero, no se escapa de la lógica terrible que sigue trasladando el poder, en los cárteles del narcotráfico, de padres a hijos, lejos, muy lejos ya de aquellas reglas del juego impuestas por los propios capos de los grupos criminales, de que las familias directas, hijos y esposas, debían estar todo lo alejados posibles de sus negocios. Los tiempos de Pablo Escobar, de los Rodríguez Orejuela, de los Félix Gallardo o Amado Carrillo quedaron muy atrás, los narcos de estos días prefieren ver a sus vástagos dirigiendo sus negocios, involucrados en los mismos, aunque en ellos les vaya la vida, que tratando de darles un futuro diferente. Hasta en eso han cambiado las normas que rigen a los grupos criminales.
El Ingeniero era el líder del cártel de Tijuana, el hijo de Enedina Arellano Félix y sobrino de los hermanos Ramón y Benjamín, que durante años encabezaron esa organización.
Los Arellano Félix, desde hace años, precisamente desde la caída de Benjamín y antes, con la muerte de Ramón, han ido perdiendo protagonismo en la geografía del narcotráfico en nuestro país. Buena parte de sus territorios, luego de distintas rupturas internas, ha quedado en manos de operadores que, en general, terminaron trabajando para el cártel de Sinaloa. Pero los Arellano han conservado algo que en su mundo es muy valioso: las rutas, los contactos, las operaciones, en buena parte de la costa oeste de la Unión Americana. El poder de ese grupo criminal siempre se significó más por esa capacidad de penetración y de hacer negocios del otro lado de la frontera que por sus zonas de control en el país. Incluso, durante años, el control de Tijuana y de parte de la península de Baja California, aunado a sus redes en Estados Unidos, fueron suficientes para mantenerlos entre los grandes jefes del mundo criminal.
Probablemente ya no es así: ese poder se ha mermado luego de las detenciones que han golpeado a casi todos los hermanos y principales líderes de esa organización, que se supone que hoy debe estar bajo el control, quizás no operativo, pero sí financiero y estratégico, de la madre de El Ingeniero, Enedina Arellano Félix.
Pero, por eso mismo, siempre se trató de preservar la seguridad y hasta la identidad de Fernando Sánchez Arellano, que era visto como una suerte de sucesor, no sólo formal y operativo, sino real, del grupo criminal. Es conocido cómo el sexenio pasado, y luego de las detenciones de casi todos los demás líderes del cártel, el entonces procurador de la República, Arturo Chávez Chávez, en enero de 2011, descubrió que la foto que mostraba el rostro de Fernando Sánchez Arellano en la página de la PGR, y por quien se ofrecían 30 millones de pesos de recompensa, no era la del sobrino de Ramón y Benjamín, sino la de otra persona. Alguien en la propia PGR había logrado cambiar las imágenes durante dos años. Nunca se supo el resultado de la investigación interna que ordenó la PGR en aquellos tiempos.
Con la caída de Fernando, el futuro de esa organización es aún más incierto que en el pasado reciente. Como ha ocurrido en los últimos años, la disputa no estará tanto en sus posibilidades de regenerarse como grupo criminal dentro de México, en eso, su suerte parece estar ya echada, sino en ver quién se queda y cómo se negocian las redes y contactos que mantienen dentro de Estados Unidos, y que han demostrado ser eficientes y estables. Aunque habrá que ver si, del otro lado de la frontera, no resulta que, para muchos que se dedican a ese mismo negocio, ellos hayan pasado a ser, también, prescindibles.
Los desaparecidos
Apenas la semana pasada decía el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, que la cifra de desaparecidos en el país era de 16 mil, y de esos, ocho mil se habían registrado, o por lo menos se habían denunciado, en lo que iba del sexenio. La cifra, con todo, sigue siendo incierta. Pero ese número se explica cada vez más por el número de fosas clandestinas que se están hallando en distintos puntos del país, sobre todo en las regiones de alto tránsito de migrantes y de enfrentamientos entre grupos criminales. Las más recientes son las del sur de Veracruz, donde se han encontrado más de 30 cuerpos de hombres y mujeres que se supone eran migrantes.
Pero estamos hablando de que sólo en los últimos años, se han encontrado tumbas clandestinas en distintas partes del país con más de dos mil cuerpos. Y no sólo el terrible fenómeno se da en México: en Texas, acaban de ser encontradas tumbas clandestinas en Falfurrias, en el sur de ese estado, con más de 160 cuerpos que se supone son también de migrantes, mientras que la presencia de grupos criminales ligados al narco en ese estado de la Unión Americana es cada día más notable.