Washington.- El presidente Andrés Manuel López Obrador habló un 45 por ciento más rápido de lo usual durante la declaración conjunta que ofreció en la Casa Blanca junto a su homólogo Donald Trump.
SPIN analizó la fluidez del mandatario mexicano y reveló que durante los 15 minutos que duró su discurso pronunció mil 299 palabras.
Su discurso fue comparado con el que pronunció en su conferencia de prensa matutina del 10 de junio, cuando pronunció tan solo 894 palabras.
Durante su mensaje desde la Casa Blanca de EU, Andrés Manuel López Obrador destacó la entrada en vigor del T-MEC y la buena relación con su homólogo Donald Trump.
. @lopezobrador_ habla 45 por ciento más rápido en la Casa Blanca que en Palacio Nacional.
Según análisis de #SPIN, en 15 minutos, frente a Trump, habló 1,299 palabras.
En la #ConferenciaPresidente de junio 10, 2020 (min 21:39), habló 894 palabras.https://t.co/EBt2ZKhL8t https://t.co/m1WdMvCSGX— Luis Estrada (@luisestrada_) July 8, 2020
Presidente Trump, como en los mejores tiempos de nuestras relaciones políticas, durante mi mandato como presidente de México, en vez de agravios hacia mi persona, y lo que estimo más importante hacia mi país, hemos recibido de usted comprensión y respeto.
Algunos pensaban que nuestras diferencias ideológicas habrían de llevarnos de manera inevitable al enfrentamiento. Afortunadamente ese mal augurio no se cumplió, y considero que hacia el futuro no habrá motivo ni necesidad de romper nuestras buenas relaciones políticas ni la amistad entre nuestros gobiernos”, sentenció.
A continuación, el primer discurso íntegro de López Obrador en conjunto con Donald Trump:
Amigas, amigos:
Celebro este encuentro con usted, presidente Trump. Mi visita obedece en buena medida a la importancia que tiene, sobre todo en estos tiempos de crisis económica mundial, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá. El haber conseguido este acuerdo representa un gran logro en beneficio de las tres naciones y de nuestros pueblos.
Como es sabido, América del Norte es de las regiones económicas más importantes del planeta, no obstante, nuestra región es inexplicablemente deficitaria en términos comerciales: exportamos al resto del mundo tres mil 579 billones de dólares, pero importamos cuatro mil 190 billones de dólares, es decir, mantenemos un déficit de 611 mil millones de dólares, lo cual se traduce en fuga de divisas, menores oportunidades para las empresas y pérdida de fuentes de empleo.
Busca precisamente revertir este desequilibrio mediante una mayor integración de nuestras economías y mejoras en el funcionamiento de las cadenas productivas para recuperar la presencia económica que ha perdido América del Norte en las últimas cinco décadas. Baste señalar que en 1970 la región representó el 40.4 por ciento del producto mundial y ahora esta participación en la economía global ha bajado a 27.8 por ciento.
Por ello el tratado es una gran opción para producir, crear empleos y fomentar el comercio sin necesidad de ir tan lejos de nuestros hogares, ciudades, estados y naciones. En otras palabras, los volúmenes de importaciones que realizan nuestros países del resto del mundo pueden producirse en América del Norte con menores costos de transporte, con proveedores confiables para las empresas y con la utilización de fuerza de trabajo de la región.
Desde luego, no se trata de cerrarnos al mundo, sino de aprovechar todas las ventajas que nos brinda la vecindad, así como la aplicación de una buena política de cooperación para el desarrollo. Este tratado permite atraer inversiones de otros lugares del hemisferio a nuestros países, siempre y cuando se cumpla con los principios de producir mercancías de elevado contenido regional y de procurar condiciones salariales y laborales justas para los trabajadores del país exportador o importador.
Es también importante señalar que este acuerdo significa la integración. Los tres países aportamos capacidad productiva, mercados, tecnología, experiencia, mano de obra calificada y terminamos complementándonos. Por ejemplo, México tiene algo sumamente valioso para hacer efectiva y potenciar la integración económica y comercial de la región, me refiero a su joven creativa y responsable fuerza laboral.
No olvidemos que la participación de los trabajadores en los procesos productivos es igual de importante que el papel de las empresas. De poco serviría tener capital y tecnología sino se cuenta con buenos obreros que se destaquen por su imaginación, su talento y su mística de trabajo.
Además, con acuerdos como este y con respeto a nuestras soberanías, en vez de distanciarnos, estamos optando por marchar juntos hacia el porvenir. Es privilegiar el entendimiento lo que nos une y hacer a un lado las diferencias o resolverlas con diálogo y respeto mutuo.
Ciertamente en la historia de nuestras relaciones hemos tenido desencuentros y hay agravios que todavía no se olvidan, pero también hemos podido establecer acuerdos tácitos o explícitos de cooperación y de convivencia. Por ejemplo, en los años 40 del siglo pasado, durante la Segunda Guerra Mundial, México ayudó a satisfacer la necesidad de Estados Unidos de materias primas y lo respaldó con mano de obra de los trabajadores migrantes que fueron conocidos como braceros. Desde entonces y hasta la fecha, hemos venido consolidando nuestras relaciones económicas y comerciales, así como nuestra peculiar convivencia, a veces de vecinos distantes y otras de amigos entrañables.
También, como es sabido, la historia, la geopolítica, la vecindad y las circunstancias económicas de ambas naciones ha impulsado de manera natural un proceso de migración de mexicanas y mexicanos hacia Estados Unidos y se ha conformado aquí una comunidad de cerca de 38 millones de personas, incluyendo a los hijos de padres mexicanos. Se trata de una comunidad de gente buena y trabajadora que vino a ganarse la vida de manera honrada y que mucho ha aportado al desarrollo de esta gran nación.
Asimismo, en México más que en ningún otro país del mundo viven y forman parte de nuestra sociedad un millón y medio de estadounidenses, de modo que estamos unidos, más que por la proximidad geográfica, por diversos vínculos económicos, comerciales, sociales, culturales, sociales, culturales y de amistad.
Presidente Trump:
Como en los mejores tiempos de nuestras relaciones políticas, durante mi mandato como presidente de México, en vez de agravios hacia mi persona y, lo que estimo más importante, hacia mi país, hemos recibido de usted comprensión y respeto.
Algunos pensaban que nuestras diferencias ideológicas habrán de llevarnos de manera inevitable al enfrentamiento. Afortunadamente ese mal augurio no se cumplió y considero que hacia el futuro no habrá motivo ni necesidad de romper nuestras buenas relaciones políticas ni la amistad entre nuestros gobiernos.
El mejor presidente que ha tenido México, Benito Juárez García, pudo, como usted lo mencionó, entenderse con el gran presidente Republicano Abraham Lincoln. Recordemos que este gran líder histórico estadounidense, el impulsor de la abolición de la esclavitud, nunca reconoció al emperador Maximiliano, impuesto en México con la intervención del poderoso ejército francés.
No es casual de Juárez haya lamentado el asesinato de Lincoln diciendo: ‘He sentido profundamente esta desgracia, porque Lincoln, que con tanta constancia y decisión trabajaba por la completa libertad de sus semejantes, era digno de mejor suerte’.
Lo mismo sucedió con la espléndida relación que mantuvieron a pesar de las circunstancias difíciles el presidente Demócrata Franklin Delano Roosevelt y nuestro presidente patriota, el general Lázaro Cárdenas del Río.
En los días posteriores a la expropiación petrolera, en una carta, el general Cárdenas reconoció el buen entendimiento bilateral de la siguiente manera:
‘Mi gobierno considera que la actitud asumida por los Estados Unidos de Norteamérica en el caso de la expropiación de las compañías petroleras viene a afirmar una vez más la soberanía de los pueblos de este continente que con tanto empeño ha venido sosteniendo el estadista del país más poderoso de América, el excelentísimo señor presidente Roosevelt.’
De modo que, guardadas todas las proporciones y en circunstancias sin duda distintas, la historia nos enseña que es posible entendernos sin prepotencias o extremismos.
Ahora que decidí venir a ese encuentro con usted, presidente Trump, en mi país se desató un buen debate sobre la conveniencia de este viaje. Yo decidí venir porque, ya lo expresé, es muy importante la puesta en marcha del tratado, pero también quise estar aquí para agradecerle al pueblo de Estados Unidos, a su gobierno y a usted, presidente Trump, por ser cada vez más respetuosos con nuestros paisanos mexicanos.
A usted, presidente Trump, le agradezco su comprensión y la ayuda que nos ha brindado en asuntos de comercio, petróleo, así como su apoyo personal para la adquisición de equipos médicos que necesitábamos con urgencia para tratar a nuestros enfermos del COVID-19.
Pero lo que más aprecio es que usted nunca ha buscado imponernos nada que viole o vulnere nuestra soberanía. En vez de la Doctrina Monroe, usted ha seguido, en nuestro caso, el sabio consejo del ilustre y prudente George Washington, quien advertía que las naciones no deben aprovecharse del infortunio de otros pueblos.
Usted no ha pretendido tratarnos como colonia, sino que, por el contrario, ha honrado nuestra condición de nación independiente. Por eso estoy aquí, para expresar al pueblo de Estados Unidos que su presidente se ha comportado hacia nosotros con gentileza y respeto, nos ha tratado como lo que somos: un país y un pueblo digno, libre, democrático y soberano.
¡Que viva la amistad de nuestras dos naciones!
¡Que viva Estados Unidos de América!
¡Que viva Canadá!
¡Que viva nuestra América!
¡Viva México!
¡Viva México!
¡Viva México!