Pepito le preguntó a su madre: “Mami: ¿una niña de 7 años puede quedar embarazada?”. “No, hijito –respondió la señora–. Eso no es posible”. Exclamó entonces Pepito con enojo: “¡Ah, esa Rosilita! ¡Me hizo vender mi bicicleta!”
El pitcher novato salió a lanzar su primer juego en Grandes Ligas. Al primer bateador le dio base por bolas. Al segundo también. Lo mismo hizo con el tercero. ¡Tres bases por bolas seguidas!” Naturalmente el manager del equipo llamó a otro pitcher. El novato llegó al dugout y muy enojado arrojó el guante al suelo. “¡Carajo! –exclamó furioso–. ¡El canijo me saca cuando estaba tirando juego sin hit ni carrera!”…
Doña Macalota recibió una herencia que le dejó su tía Solia, y con el dinero hizo construir un local con dos oficinas. La primera daba a la calle; la segunda estaba atrás. La señora le propuso a su esposo que ocupara la segunda, pues la que daba a la calle podría rendir un alquiler mayor. En seguida puso un aviso en el periódico ofreciendo esa oficina. El mismo día acudió un presunto inquilino. “Señora –le dijo a doña Macalota–, entiendo que va a alquilar usted la parte de adelante”. “En efecto –contestó ella–. La parte de adelante es la que tengo en renta”. Preguntó el interesado: “¿Por qué no alquila también lo de atrás?”. “No –respondió la señora–. Eso ya lo está ocupando mi marido”
¡Qué hermoso País es nuestro México, y qué poco y mal lo conocemos! Sé de mexicanos que en calidad de turistas han visitado Australia, pero que no han estado nunca en Oaxaca o Yucatán. Hay quienes han ido dos o tres veces a París y, sin embargo, ignoran los prodigios que encierra la Ciudad de México. Otros se han deleitado con los encantos de China, de la India o de Japón, pero no han disfrutado la belleza de Zacatecas, Puebla o Veracruz. Somos dueños de inefables hermosuras y no las sabemos valorar.
Nuestro paisaje, nuestra arqueología, la arquitectura colonial, nuestra cocina, el rico tesoro de la artesanía mexicana, todas ésas son maravillas que deberíamos apreciar. Decían los antiguos que no se ama lo que no se conoce. ¿Cómo podemos amar a nuestro País si lo miramos con indiferencia, si no lo recorremos como quien recorre la casa en que nació y se graba en la memoria hasta el último de sus rincones? Amemos más a México. Es nuestra Patria: en cualquier otro lugar seremos extranjeros. Y para amar con mejor amor a México conozcámoslo mejor. Muchos goces, muchas bellas sorpresas aguardan al viajero en este hermoso País, el nuestro…
Dulcibel salió con un muchacho en su automóvil. Siempre iban solos al romántico paraje llamado El Ensalivadero, pero en esa ocasión iría con ellos una pareja amiga del muchacho. Los invitados ocuparon su sitio en el asiento trasero. Al ver eso exclamó Dulcibel con asombro: “¡Mira! ¡También para eso sirve el asiento de atrás! ¡Para llevar personas!”… Una hermosa mujer dueña de exuberantes atributos anatómicos se estaba pesando en una báscula pública. Un borrachito se acercó a fin de verla mejor. La guapa mujer puso una moneda en la báscula y observó su peso. Preocupada, se quitó el abrigo que llevaba y echó otra moneda. Al ver su peso mostró igual preocupación que la vez anterior. Se quitó el saco del vestido sastre y echó otra moneda. Luego se quitó los zapatos. Le dijo el borrachín en tono ansioso: “¡Sígale, señorita! ¡Yo traigo más monedas!”…
Ya conocemos a Afrodisio Pitongo: es hombre proclive a la concupiscencia de la carne. En el bar le propuso de buenas a primeras a una linda chica: “¿Vamos a mi departamento a follar?”. Replicó ella con enojo: “¿Acaso eres un maniático sexual?”. Preguntó Afrodisio: “¿Es requisito?”…
FIN.