AGENCIA
Internacional.- El viernes 24 de mayo de 2024, un trágico deslave azotó las tierras altas del norte de Papúa Nueva Guinea, sepultando más de 150 viviendas y dejando un saldo estimado de al menos 670 personas fallecidas. Este desastre natural, que afectó gravemente a aldeas como Yambali y Kaokalam en la provincia de Enga, ha sumido a las comunidades locales en el luto y la desesperación.
La Organización Internacional para la Migración (OIM) ha sido una de las primeras en confirmar la magnitud del desastre. El jefe de la misión de la OIM en el país, Serhan Aktoprak, informó a la cadena australiana ABC que la avalancha de tierra y rocas enterró completamente más de 150 viviendas bajo aproximadamente ocho metros de escombros. Esta situación ha sido especialmente devastadora debido a la alta densidad de población en la zona, donde se estima que entre 10 y 15 personas viven en cada domicilio.
Hasta ahora, los equipos de rescate solo han logrado recuperar cinco cadáveres de entre los escombros, lo que resalta la dificultad de las labores de rescate en un terreno tan complicado y con una cantidad tan inmensa de escombros. Las autoridades locales, junto con agencias de ayuda internacional y el gobierno provincial, están intensificando sus esfuerzos para gestionar la crisis y brindar apoyo a los supervivientes.
El primer ministro de Papúa Nueva Guinea, James Marape, ha prometido asistencia inmediata, anunciando que equipos de desastre y personal del Departamento de Obras Públicas se encuentran en camino para ayudar en las labores de rescate y reconstrucción. Marape ha subrayado la gravedad del evento y la necesidad de una respuesta rápida y efectiva para atender a las víctimas y reconstruir las comunidades afectadas.
Las imágenes y videos compartidos en redes sociales ilustran la magnitud de la destrucción, con enormes rocas y montañas de escombros cubriendo lo que antes eran hogares y tierras de cultivo. Este desastre pone de manifiesto la vulnerabilidad de las áreas montañosas y remotas a fenómenos naturales como los deslaves, especialmente en condiciones meteorológicas extremas como las intensas lluvias que han azotado la región recientemente.
La tragedia en Papúa Nueva Guinea es un sombrío recordatorio de los desafíos que enfrentan las comunidades en áreas propensas a desastres naturales y la urgente necesidad de mejorar las medidas de prevención y respuesta en dichas regiones.