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Adiós 2013

Superiberia

Durante el 2013 hubo un par de acontecimientos políticos que me asombraron. Pocas veces en el país se puede observar una operación política de tal magnitud, en un caso exitosa y en el otro caso se puede decir que también exitosa, analizando los detalles finos del asunto. Una a nivel nacional y la otra a nivel mucho más local. 

La más impresionante fue la operación política del nuevo régimen. Mientras sus detractores y enemigos se han dedicado a propalar la especie de que el presidente Peña Nieto es poco menos que un incapaz o débil mental, la realidad se ha encargado de demostrar  otra cosa muy diferente. Incluso esa imagen que sus enemigos le han creado de ¨tonto¨ le ha favorecido, pues sus logros han pasado desapercibidos y pocos mexicanos se han dado cuenta de la trascendencia de la transformación lograda en el país a tan sólo un año de gobierno. 

Desde tiempos de Díaz Ordaz, (pues desde allí me alcanza la memoria personal), no he visto jamás que se operen cambios tan radicales para México en tan corto plazo.  Incluso el tratado de Libre Comercio de Salinas no fue manejado con tanta maestría.  Todos los proyectos de reforma que se propuso llevar a cabo la nueva administración, los ha logrado.  La reforma de la Ley Federal del Trabajo, la reforma a la ley laboral de los maestros, el descabezamiento del SNTE, la sumisión del PAN y el PRD, la abyecta sumisión de los líderes empresariales de Concanaco, Concamin, Canacintra, Coparmex, CCE, y demás cúpulas. La reforma fiscal, la reforma energética y su aprobación vía fast track en las legislaturas estatales. 

El total apoyo de los líderes religiosos, no sólo de la Iglesia católica, sino de las demás religiones que algo representan en el país. El acostumbrado e incondicional apoyo de las fuerzas armadas. Y hasta la distracción generada por la CNTE y por Morena, todo ha favorecido al régimen para llevar a cabo, puntualmente y al pie de la letra sus proyectos para el primer año de gobierno.  

Si leemos la historia, a nivel internacional, muy pocos gobiernos en los últimos cien años, en cualquier parte del mundo en donde haya democracia han logrado lo que el gobierno de Enrique Peña Nieto.  Podremos estar a favor o en contra de sus reformas, pero de que ha logrado lo que ha querido, no hay la menor duda. 

     El otro asunto es a nivel local. En dos municipios, Córdoba y Fortín se dieron resultados electorales para la presidencia municipal totalmente inesperados. En Fortín, después de la administración de César Torrecilla, pocos daban por buena la posibilidad de que otra vez ganara el PRI, y lo logró con un candidato que jamás había participado en política como Armel Cid, pero con carisma y que genera confianza en el electorado.  Eso y los acostumbrados manejos que todos conocemos de la política mexicana.

Sin embargo, haya sido como haya sido, fue un logro impresionante, para la comuna que el primero de enero comenzó a despachar los destinos de ese municipio. 

En el caso de Córdoba, pasó algo parecido. Un candidato extraído de la iniciativa privada, con carisma y aceptación pero también desconocido para el votante, hizo lo que pocos esperaban. Cuando Salvador Abella resultó candidato muy pocos le daban la mínima probabilidad de hacer un papel mínimamente decoroso. Se esperaba una apabullante derrota ante ese tsunami electoral que es Tomás Ríos.  Incluso, desde las alturas se operó para dividir a su partido, para sacar un candidato como Juan Carlos Castro, que muchos esperaban ganaría o quedaría en segundo lugar, relegando a Salvador a un deshonroso tercer lugar.

Y sin embargo, a pesar de partir casi de cero en cuanto a conocimiento público, Salvador hizo una campaña ganadora, a tal grado que contra todo pronóstico, dio la pelea al seguro ganador, y quedó en el municipio, incluso por arriba de la votación del fenómeno electoral que siempre ha sido Paco Portilla.  En esa campaña aún perdiendo la elección, Salvador y su equipo demostraron que si hubieran comenzado antes, o hubieran sido más largos los tiempos de campaña, la elección hubiera estado mucho más cerrada.  Ganó quien (se sabía) tenía que ganar, pues Tomás y Hugo hicieron una mejor mancuerna que Paco y Salvador, pero el resultado está para estudiarse en libros de texto de política local.  Tomás siempre conservó su aura de excelente presidente municipal y Hugo no traía ningún desgaste político; ambos conocidos por la ciudadanía y aunque los jóvenes no tenían mucho recuerdo de ellos, su leyenda les antecedió en el conocimiento público, una leyenda de buenos servidores públicos. Por el contrario Salvador tuvo que remontar el ser poco conocido en la ciudad, y el hacer mancuerna con Paco Portilla, que siendo excelente político, traía ya un desgaste muy fuerte tanto con la ciudadanía como con los militantes de su propio partido, efectos ambos que jugaron fuerte el día de la elección. 

www.josecobian.blogspot.com           miguelcobian@gmail.com            @jmcmex

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