Tú y yo en lugar de quejarnos, debemos preguntarnos:
¿Qué hacemos? Ser ciudadano no implica nada más ir a votar, es más importante participar en actividades cívicas, involucrarse y no consentir ni la corrupción, ni los abusos de autoridad.
Por primera vez en más de quince años, el gobierno de México tendrá un déficit elevado. Ese déficit puede ser usado para mejorar la infraestructura y la inversión con beneficios a mediano y largo plazo para los mexicanos, pero también puede ser usado para populismo político o gasto corriente. ¿Tú qué haces para vigilar que se use correctamente y no se desvíe con el consecuente incremento de precios y desestabilización de la economía?
Recuerda que el corrupto lleva pan sucio a la mesa de sus hijos y familiares. El bien es bien aunque nadie lo haga, y el mal es mal aunque todos lo practiquen. ¿Actúas en favor del bien o del mal? ¿O con tu indiferencia permites que el mal avance y permee en toda nuestra estructura social? Sabemos que la corrupción y la impunidad son los grandes males de México.
Sabemos también que los ciudadanos unidos somos más poderosos que cualquier gobierno. Sabemos que hoy gozamos de más libertades que nunca.
Sabemos que quejarnos con el vecino, el amigo, el familiar, o en las redes sociales no sirve para nada. Sabemos que tenemos que unirnos y luchar porque el bien reine en México, y sin embargo, ponemos mil pretextos para no hacer nada. Para que la indiferencia triunfe.
Somos el segundo lugar a nivel mundial en desigualdad social. Mientras los de arriba tienen demasiado, a los de abajo les falta todo.
Y a pesar de ello, nos desentendemos de la hipoteca social, que cada uno de nosotros tiene. Esa deuda que tiene como pago el que tú, que hoy lees esto, te preocupes porque aquéllos que menos tienen, puedan tener más, un mejor nivel de vida, y una mejor esperanza para su futuro.
Si crees que haces el bien, actuando bien en tu trabajo, estás equivocado, eso es sólo parte del compromiso que tienes con tu país. Tú que entiendes los problemas a que se enfrenta nuestro país, tienes una hipoteca que pagar, una deuda social, con todos aquéllos menos afortunados que tú, y tienes la obligación de hacer algo por ellos. Mientras no lo hagas, serás parte de ese México que es parte del problema y no de la solución.
La felicidad consiste en trascender, en crear valor y valores. El egoísta no ama, el egoísta sólo se ama a sí mismo, y tiene como destino la depresión y la soledad. Tu religión (cualquiera que ésta sea) te obliga a amar a los demás, a cuidar de ellos, a velar por ellos. Tú que eres privilegiado si quieres seguir conservando tus privilegios, tienes que buscar que los demás estén bien, y también se conviertan en privilegiados.
La indiferencia y la apatía nos llevan a que unos cuantos tomen decisiones que convienen a ellos y a sus amos. México no es de unos cuantos, no es de los líderes sociales, políticos, económicos, religiosos, etc., ni del presidente de la República, ni de los militares, ni de los políticos, ni de los burócratas, ni de los gobernadores, ni de ningún grupo de poder en particular, México es de todos, y por ello es responsabilidad de todos, tuya y mía.
Continuamente leo quejas de amigos, conocidos, periodistas, etc., respecto del rumbo que lleva México, pero no veo que esos que se quejen hagan algo (que valga la pena hacer y que dé resultados), para cambiar el rumbo, o cuando menos analizar y entender el rumbo que se lleva y a dónde se desea llegar. El qué hacer y el cómo hacerlo, para lograr un desarrollo sostenido para bien de todos, y no conservar la dictadura perfecta, la tiranía que se aprovecha de la ignorancia, del hambre, de la necesidad, pero sobre todo de la indiferencia y apatía de los propios mexicanos.
Tienes una sola vida. Puedes hacer de ella una obra maestra, o también una obra mediocre y oscura. Para que valga la pena tu vida, para que valga la pena haber vivido tu vida, tienes que hacer que tu vida sirva, no sólo para ti, sino para los demás.
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