Las maromas verbales y los desfiguros de quienes pretenden arrogarse el monopolio del mérito de la captura de Joaquín Guzmán Loera, pronto sintieron el efecto de la sentencia popular que sabiamente dicta: “El que de ajeno se viste, en la calle lo desvisten”.
Esta vez, no fue la primera; en varias ocasiones funcionarios de nuestro gobierno pretendieron arrogarse también, como propiedad exclusiva, lo que a todas luces les era ajeno.
¿Qué motiva a los nuestros a arriesgarse a ser exhibidos, o es que desconocen el certero refrán del primer párrafo? Por otra parte, ¿ignoran también el papel central que juegan -desde hace años- las capacidades tecnológicas para buscar y localizar a personajes como el que hoy nos ocupa? Es más, ¿desconocen la percepción que se tiene de la eficacia de nuestras policías y la escasez de recursos en la materia?
Dejemos estas preguntas con el deseo -siempre presente-, de que algún día no nos avergoncemos de la cooperación obligada y útil con las agencias de Estados Unidos, y sigamos.
Ojalá y en el futuro cercano, la colaboración estrecha y el trabajo conjunto entre Estados Unidos y México en materia de combate al delito en todas sus manifestaciones, sean planteados como algo natural, necesario y altamente productivo para ambos países. El lastre de vivir en el pasado y temer al futuro, nos pone en ridículo.
Ahora bien, ¿qué explica que todavía hace unas semanas los que hoy festejan la captura de Joaquín Guzmán, exigían la desaparición de las agencias cuyo trabajo fue determinante para que aquella se concretara? ¿Acaso pretenden borrar la utilidad y necesidad del trabajo de escuchas telefónicas merced a la avanzada tecnología desarrollada por Estados Unidos? ¿Piensan que tal capacidad es necesaria, pero no se atreven a decirlo?
¿A qué se debe esa doble moral, que practicamos con un celo digno de mejor causa, que tanto daño nos ha hecho en las relaciones con nuestro principal socio comercial, y aliado político sin par en el mundo?
Al final del día, lo que deberíamos entender y aceptar en lo que se refiere a actividades delictivas que rebasan las fronteras nacionales, es que poco importa quién busca, localiza y “pone” a delincuentes de largo y sangriento historial pues lo trascendente, no nos equivoquemos, es que el delincuente sea puesto ante la autoridad judicial para que ésta haga su trabajo.
¿Por qué no recordar la conocida frase de Deng Xiaoping, que con visión y decisiones valientes además de sabiduría y buena dosis de pragmatismo cambió a la República Popular China: “No importa el color del gato, lo importante es que cace ratones”?
Nuestra conducta en materia de colaboración con Estados Unidos en el combate a la delincuencia e integración económica para avanzar rápidamente en la modernización del país y su economía, es digna de la insania; es de locos.
En privado, descarnadamente reconocemos la necesidad y beneficios que acarrean la colaboración y la integración con aquel país pero, en público nos comportamos cobardemente al preferir fingir antes que reconocer la realidad; en vez de hablar con la verdad y actuar con valentía y firmeza para empezar a construir el mejor de los futuros, preferimos la maroma verbal y el lenguaje cantinflesco que nos exhiben y ridiculizan. Esta vez, lo que nos exhibió fue la captura de Joaquín Guzmán Loera, ¿qué será mañana?
¿Cuándo se cansará Estados Unidos, de nuestra falta de seriedad y doble moral?