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El pasado 14 de febrero, una tarde que comenzó como cualquier otra en el Centro Histórico de Puebla, se transformó en un episodio de abuso de autoridad que generó indignación entre los testigos. La Policía Municipal detuvo a Don Alejandro, un hombre que se gana la vida cantando en la calle 5 de Mayo, acompañado de su hijo con autismo.
El incidente comenzó cuando inspectores del ayuntamiento le pidieron reducir el volumen de su bocina. Sin embargo, lo que parecía ser una solicitud común se convirtió rápidamente en una situación que escaló desproporcionadamente: más de 100 oficiales se movilizaron para arrestarlo. La escena fue grabada por los testigos, quienes expresaron su frustración. “¡Más de 100 policías para detener a dos personas, no se vale!”, gritaban mientras observaban la detención.
Los videos que circulan en redes sociales muestran cómo los oficiales rodean a Don Alejandro, incautan su equipo de sonido y lo suben a una patrulla. Mientras tanto, su hijo, quien padece autismo, fue separado de él y llevado a las oficinas de Gobernación, donde finalmente fue entregado a su madre.
El hombre permaneció detenido durante cinco horas en la Comisaría Norte, hasta que finalmente fue liberado y se le devolvió su equipo de sonido. A pesar de su liberación, el caso ha desatado un debate sobre el abuso de poder y el trato hacia los trabajadores informales, como los músicos callejeros, en la ciudad.
La pregunta que queda en el aire es clara: ¿Hasta qué punto la fuerza pública puede actuar de manera desproporcionada ante situaciones que no representan un riesgo real para la seguridad pública? La indignación sigue siendo palpable y ha generado un amplio cuestionamiento sobre las prácticas de control en Puebla.
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