En cuestión de días, México vive una de las peores crisis de seguridad de su historia moderna. No sólo se está desapareciendo y matando a sus jóvenes, las dimensiones de esta barbarie alcanzan a todos los niveles de la sociedad y la Iglesia ha tenido su “abril negro”. Tres sacerdotes han muerto en circunstancias violentas levantando la indignación y preocupación de obispos a lo largo y ancho del país al verse tocados por esta lacerante situación.