Por Andrés Timoteo / columnista
ABIRAM, UN ‘DÉJÀ VU’
El asesinato del activista Abiram Hernández Fernández, perpetrado el sábado en su casa de la colonia Arboledas del Sumidero en la capital del Estado es por su impacto, por las circunstancias que lo rodean y por lo que significa a plazo inmediato, un ‘déjà vu’ -algo ya visto, que ya ha pasado- porque hace recordar el crimen de la querida y extrañada periodista, Regina Martínez, sucedido en el 2012.
En menos de un mes, el 28 de abril, se cumplirán siete años de que el cuerpo sin vida de Regina fue localizado en el interior de su vivienda en la colonia Felipe Carrillo Puerto, también de Xalapa. Al igual que Abiram Hernández, la periodista fue torturada antes de ser asesinada. Su cuerpo estaba muy maltratado. La única diferencia es que a ella la estrangularon y a Hernández le dieron un balazo en la cabeza.
Regina fue un referente para el periodismo veracruzano y su homicidio -el cual sigue impune- generó un parteaguas en la andanada de exterminio de comunicadores durante el Gobierno de Javier Duarte de Ochoa pues si a ella la mataron, a cualquier otro comunicador le harían lo mismo. Ahora, el asesinato del representante del Centro de Estudios Municipales “Heriberto Jara” y fundador del Colectivo por la Paz en Xalapa, pinta un escenario parecido pues todos los activistas ya están en la mira y pueden ser asesinados en cualquier momento.
Todos saben que en una sociedad cuando comienzan a matar periodistas o luchadores sociales -entiéndase defensores de derechos humanos, sindicalistas, líderes campesinos, dirigentes estudiantiles, activistas universitarios y representantes de colonias populares – significa que algo se está pudriendo y que vienen cosas peores.
Así sucedió cuando acabaron con la vida de Regina Martínez pues los homicidios contra reporteros se acrecentaron y no pararon hasta el 2016 cuando el régimen duartista fue expulsado del gobierno. El crimen de Abiram Hernández es en sí mismo una alerta para todos y un síntoma agudo de la crisis de seguridad pública e impunidad que aumentará los horrores en Veracruz. Y nuevamente todos a las calles y plazas públicas a exigir justicia por un prohombre caído. Es el ‘déjà vu’, pues las autoridades estatales no deben evadir su responsabilidad porque este crimen fue producto del relajamiento de la vigilancia, la prevención y las condiciones de seguridad para todos. Lo mismo la Fiscalía General del estado que tiene la obligación de investigar, identificar y detener a los culpables sin criminalizar a la víctima como se acostumbraba en el duartismo y la fidelidad. Nadie, ni el fiscal ni los funcionarios estatales tienen argumentos para excusarse de tal responsabilidad.
Es reprobable que desde el gobierno estatal se pretenda lucrar políticamente con el asesinato del activista, usándolo como ariete contra el fiscal en funciones, igual que se hizo con el crimen de la hija de la diputada federal, Carmen Medel. Con eso, no sólo intoxican la indagatoria sino faltan el respecto a la víctima, a sus deudos y a toda la comunidad veracruzana que está lastimada con tal suceso.
LA FRONTERA
La gira que realizó el presidente Andrés Manuel López Obrador por el norte de Veracruz, durante el fin de semana no tuvo contratiempos. Fallaron los vaticinios que pronosticaban que habría abucheos y silbatinas para el Ejecutivo federal o para el gobernador Cuitláhuac García. Las manifestaciones que se dieron por diversos asuntos -de pescadores, campesinos y ciudadanos que demandaban obras públicas- no impactaron los eventos.
López Obrador fue arropado por los veracruzanos ante los cuales aprovechó para darle un ‘espaldarazo’ a García Jiménez definiéndolo como un “extraordinario gobernador, honesto, limpio y con amor al pueblo”. Sin embargo, lo innegable es que la tercera visita del presidente a la entidad se dio en un contexto de crisis por la violencia y no pudo eludir el tema. Lo tocó, aunque sin delinear acciones concretas, más bien habló a futuro como si todavía estuviera en campaña.
Dijo que para serenar a Veracruz se atenderán las causas que originaron la violencia, principalmente la pobreza y la desatención a los jóvenes. “Va a haber trabajo y bienestar como nunca”, aseguró. En segundo lugar, agregó, se buscará establecer una “frontera bien definida” entre el crimen organizado y los gobernantes pues “pues la autoridad ya no va a estar asociada con la delincuencia, ya no son lo mismo”.
Se le aplaudió el discurso, pero omitió dar acciones concretas para atender la emergencia. El bienestar no será de la noche a la mañana, es a mediano y largo plazo, mientras que en este momento la entidad está en llamas y es necesario apagarlas. La gira presidencial tenía muchas expectativas en el tema del combate a la delincuencia y el abatimiento de la violencia que no se cumplieron. Se fue López Obrador y el terror continúa sin que los veracruzanos vean la suya a corto plazo. Tal es el balance.