Concluido ya, en los hechos, el debate y aprobación de las reformas estructurales definidas por la administración en turno como urgentes y necesarias para el relanzamiento del país, el gobierno federal y los distintos partidos políticos que, en mayor o menor medida, le han acompañado en tal proceso, dejarán ya sus habituales encuentros en “mesas de negociación” para, otra vez, asumirse como lo que son: opositores en la arena política.
En las próximas semanas, entonces, apenas el presidente Enrique Peña Nieto promulgue, presumiblemente antes del 15, el paquete de legislación secundaria en materia energética, que ya sólo “detallará” el Senado, el gobierno y su partido, el Revolucionario Institucional (PRI) más compañeros de viaje reasumirán su papel de fuerza política preponderante, en el poder pues para, desde ahí, enfrentar el embate de Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática (PRD) y satélites y, ahora, de Morena, Encuentro Social y el Frente Humanista.
Diez partidos en total que, a partir de octubre de manera oficial, pero mucho antes —“desde ya…”, según algunos—, extraoficialmente, iniciarán la puja por algo más de mil 500 puestos de elección popular —nueve gubernaturas, 300 diputaciones locales de mayoría y 200 de representación proporcional, 1,009 alcaldías, 16 jefaturas delegacionales en la capital y las curules en 17 congresos locales— que estarán en juego el 7 de junio de 2015 y, más, el refrendo de su reconocimiento como partidos nacionales para lo que, todos y cada uno de ellos, en particular, deberá hacerse con al menos 3% de la votación emitida.
A la estratégica disputa, el gobierno federal, más el PRI y aliados, llegarán unidos, empoderados y exhibiendo en su discurso no sólo supuestos o reales avances en el abatimiento de los niveles de inseguridad y algunos éxitos contra el crimen organizado, más el relanzamiento de México a nivel global, sino, también, y de manera especialmente enfática, con el “triunfo de las reformas…” en las alforjas que, huelga decir, serán presentadas como la llave de acceso a logros económicos que, en su momento, deberán reflejarse en la economía familiar.
La oposición en contraste, particularmente las dirigencias del PAN y el PRD, lo hacen seriamente cuestionadas (por el apoyo ofrecido al Pacto por México y al gobierno) y, aunque divididos, con la convicción de poder aprovechar (en su beneficio) los múltiples yerros cometidos por el priismo en su retorno al Ejecutivo y, en particular, el inocultable malestar y “grave daño directo…” que la Reforma Fiscal recién aprobada y puesta en vigor está causando igual a las empresas, a las pequeñas y medianas especialmente, que a la economía de las familias.
Los tres nuevos partidos, en su caso, tienen todo frente a sí: el reto y la oportunidad… una incógnita, con excepción del lopezobradorismo que parece tener todo para hacerse con un buen número de posiciones —en San Lázaro y en algunos congresos estatales, en concreto— y con el refrendo de su recién obtenido registro.
Vamos pues a la normalidad…