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El tiempo y los aprendizajes de la vida

Superiberia

El tiempo es un recurso no renovable, determinante en la vida de los seres humanos pues en él se da la sucesión continuada y paralela de la existencia. No se puede atesorar ni volver atrás. Puede, en cambio, dar la sensación de algo volátil, de algo que se acelera en la confusión de la vida, pero avanza de manera inexorable y no hay nada que lo pueda detener, o hacer que avance más lento o más rápido. 

 

En esa secuencia el hombre se desarrolla y se desenvuelve; evoluciona, crece y aprende. Desde que nace, el niño principia un proceso de aprendizaje que continuará toda su vida hasta el día de su muerte. Entre más rica sea la variedad de experiencias, entre más la curiosidad por comprender al mundo, entre más la atención que preste al entorno, mayor será el cúmulo de aprendizajes que reúna. 

 

A decir de Savater, “nacemos humanos pero eso no basta: tenemos también que llegar a serlo”. El propio Fernando cita a Graham Greene: “ser humano es un deber”. O en el tiempo lejano recuerda a Píndaro expresando: “llega a ser el que eres”. Es decir, con nacer no basta para ser humano; hay que ir construyendo la humanidad a lo largo de los años, con la cercanía de los demás, con la interacción de los otros seres humanos. 

 

Coincidiendo con Savater, en “El valor de educar”, los humanos nacemos siéndolo, pero no lo somos del todo hasta “después” de que confirmamos nuestra humanidad biológica y mental, en armonía y conjunción con nuestra manera propia de pensar y de hacer. Los tiranos, los homicidas, los violadores, los peores sinvergüenzas, son también humanos. Así que, sin conceder ninguna relevancia moral al término, la humanidad no es simplemente biológica ni llega con el estricto acto de nacer. 

 

Los humanos nacemos indefensos, desvalidos. La cría del chimpancé, por ejemplo, pronto es capaz de agarrarse del pelo de la madre para ser transportada, mientras que el retoño humano llora o ríe para que lo tomen en brazos, le den de comer, lo protejan del frío o del calor, y lo limpien antes de dormir. Depende de un adulto bastante tiempo después que la cría del chimpancé ya se vale por sí misma. 

 

Sin embargo, los recursos de los niños se multiplican indefinidamente mientras los del mono comienzan a repetirse, señalando un límite. El chimpancé completa su repertorio de aprendizajes mientras el niño aparece con una disposición inacabable conforme va creciendo, evolucionando,  aprendiendo,  desarrollando su imaginación y creatividad.  

 

En otras palabras, dice Savater, el chimpancé –como todos los mamíferos superiores– “madura antes que el niño humano pero también envejece mucho antes con la más irreversible de las ancianidades: no ser ya capaz de aprender nada nuevo”. 

 

El tiempo es el invento más característico, determinante e intimidatorio entre los modelos simbólicos según los cuales la humanidad organiza su vida. No hay comunidad que no tenga un pasado y se proyecte hacia el futuro: “es quizá el rasgo menos animalesco que hay en los seres humanos”. El hombre devana sus deseos en frustraciones y esperanzas, en un pasado que no puede cambiar y un futuro que no sabe si llegará. En esos intervalos fluctúa su existencia.  

 

Por vía de la educación –dice Savater– no nacemos al mundo sino al tiempo. Nos vemos cargados de símbolos y cosas pasadas, de amenazas y esperanzas venideras entre las que se escurre el agobiante presente personal. Según Juan Delval (op. cit.), “el manejo del tiempo es la fuente de nuestra grandeza y el origen de nuestras miserias, y es un componente esencial de nuestros modelos mentales”.  

 

En la vida moderna, fisiológicamente, el tiempo se convierte en un huracán de grado cinco. Llega acompañado del estrés que se adhiere a los pliegues de las actividades diversas del hombre contemporáneo y se queda en la carga emotiva que los compromisos y las prisas generan. En la línea del tiempo, la vida ofrece su bagaje de saberes. Las vivencias personales, engarzadas de recuerdos, parecen –sólo parecen– detener al tiempo en una imagen policroma, sensitiva y sonora. 

 

gilnieto2012@gmail.com

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