Xalapa.- Después de que ayer cayera una intensa nevada, los cuerpos momificados de los alpinistas encontrados la semana pasada en el Pico de Orizaba fueron cubiertos por la nieve, dificultando su localización y rescate.
La búsqueda de los restos, que permanecen a más de cinco mil metros de altitud, se aplazó para hoy, siempre y cuando las condiciones meteorológicas lo permitan.
Sin embargo, Luis Espinosa Ruiz asegura que no necesita esperar los resultados del ADN para saber que los cuerpos pertenecen a sus tres compañeros de expedición que fueron tragados por un alud en 1959.
Unas botas marca Ten Pac y un suéter rojo son las prendas que necesita para identificar a Enrique García Romero, “El Calavera”, quien era su amigo y guía del ascenso en el que perdieron la vida cuatro poblanos. De la misma fúnebre expedición, la familia Espinoza Camargo reclama a Juan, un joven de 17 años de edad.
Fuimos 16, perdimos a 4
Descolgando cuadros de fotografías que por años estuvieron en la pared de su casa como una evidencia de sus casi 40 años de experiencia como alpinista y miembro de la Legión Alpina de Puebla, Luis Espinosa narra la partida de los 16 montañistas desde la ciudad de Puebla con rumbo a la cumbre del Pico de Orizaba, el volcán más alto de México.
Como era una tradición, llegaron a Tlachichuca y se registraron en La Antigua Flor, tienda de conveniencia que llevaba una bitácora de los visitantes y alpinistas que emprendían el ascenso por la cara norte del volcán.
“Llegamos a Piedra Grande, que era antes de llegar a Las Mulas. El 1 de noviembre llegamos en la noche, formamos el grupo de ascensión. El primer grupo salió a las 3:30 de la madrugada del 2 de noviembre, el segundo grupo una hora más tarde. El primer grupo iba al cráter, el segundo grupo iba a media montaña, llegaban a 5 mil y ya bajaban”.
Mientras que el segundo grupo estaba conformado por nueve alpinistas, entre ellas tres mujeres; en el equipo que pretendía llegar a la cima iban siete alpinistas, todos ellos varones, y guiados por Enrique García Romero, conocido en el grupo como “El Calavera” por sus pómulos salidos y labios gruesos.
Era seguido por Juan Espinoza Camargo, el menor de los alpinistas; Manuel Campos Pérez, “El Indio Verde”, por su excelente condición física; Alberto Rodríguez, Darío Huesca, Marco Antonio Fernández y Luis Espinosa Ruiz, conocido en su equipo como “El Sargento Pedraza”. Un grupo experimentado que había realizado 10 ascensos en la temporada previa.
Pasado el mediodía del 2 de noviembre, el equipo llegó cerca del cráter gracias a las buenas condiciones del glaciar, pero cuando llegaron a una grieta de casi dos metros de abertura tuvieron que encordarse para cruzar. Por motivos de seguridad, el encordado no debe de ser mayor a cuatro personas, por lo que Enrique García, Juan Espinoza y Manuel Campos formaron un grupo para cruzar la fisura.
Cuando el reloj marcó las 12:15, “viene un estallido con un movimiento incontrolable de toda la capa e inicia el alud”. Luis Espinosa explica que una posibilidad es que los tres alpinistas hayan propiciado con su propio peso que se debilitara la capa de hielo, y como ellos estaban del otro lado de la grieta, la nieve los empujó al fondo y después los sepultó.
Hubo además un cuarto alpinista que aún no cruzaba la falla, Alberto Rodríguez, fue arrastrado por la fuerza de la nieve y murió por asfixia. Tras recuperarse del shock, descendieron y avisaron al segundo equipo el trágico suceso, por lo que el 3 de noviembre volvieron a escalar para rescatar el cadáver de Rodríguez, pero los otros tres fueron sepultados por la nieve.
agencias