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El caballero

Superiberia

No es mi tipo, el mío tampoco

Por Oscar Aguilar

Las relaciones personales pueden ser muy complejas, tanto así que  puede diluirse ese disfrute de primera instancia; en algunos otros momentos se puede tornar básico, ejemplo de esta ambivalencia es Los Amores Imaginarios de Xavier Dolan, cinta que sirve como una radiografía de lo complejo que es permitirse conocer o sentir.

 

La trama está compuesta por desgloses de primera instancia en experiencias a base de entrevista de diferentes situaciones emocionales y sexuales; una mujer obsesionada con un supuesto soberbio galán, un hombre que resta el grado de existencia a la bisexualidad y otras dos historias que el hecho de no mencionarlas no las hace menos interesantes.

Poco después Dolan nos lanza a la cara a Marie y Francis quienes son amigos, no se especifica su grado de amistad ni como se conocieron, eso no importa para esta trama que está más enfocada en mostrar una batalla campal que se avecina, misma que no es esperada por los protagonistas quienes se rehúsan a aceptar la avasallante presencia de Nicolás, una especie de David bohemio que juega a ser un turista emocional en las reuniones sociales.

Bajo  el escudo infalible de “no es mi tipo” y “el mío tampoco”, Marie y Francis inician sin saberlo (o muy consientes) una competencia oportunista y por ocasiones desleal para obtener la atención de este galán nihilista y conforme con su estado de bribón en esa ecuación que tal vez propicio a que se diera.

La conquista de una persona no tiene que ser limpia como se maneja en las telenovelas o historias rosas, mucho menos debe tener como punto de partida el amor; el poder o la atracción es un buen motor.

Conforme vamos avanzando vemos que uno de ellos toma la delantera, pero siempre con esa mesura y movimientos precavidos que Dolan nos muestra en secuencias de cámara lenta; no se tratan de personas marginadas sexualmente, tienen sus respectivos amantes, cada uno en un color que refleja el estado de ánimo del otro; pasionales y dispuestos a complacer y adorar a los protagonistas, pero sin el interés correspondiente por Marie y Francis, al grado que este ultimo deja escapar un momento de sentimentalismo al finalizar la sesión de sexo.

Su vida cotidiana se va en otorgar regalos, hacer de ese tipo de comentarios destructores para el otro cerrando con un dejo de amabilidad, como si dieran a entender que están haciendo a un lado a su competencia por su bien, porque ese divo de rulos dorados ya tiene un dueño o una dueña.

La cinta me despierta esos momentos que ya transité en donde inicie como un curioso cazador que le fue dando demasiada importancia a una presa solo por su belleza, haciendo a un lado su función de alimentar mi ego, al grado de olvidar el personaje que estaba llevando a cabo en ese momento.

Marie y Terry no aman a Nicolás, eso queda claro en cierto punto de la trama, ¿entonces a quien quieren?, ¿Por qué perder el tiempo?, ¿Por qué esforzarse?, la respuesta que podría surgir el espíritu de caza desde un punto de vista deportivo.

Juntos destruyen a sus posibles competidores y competidoras con frases crueles, su ejercicio de competencia sigue siendo a dúo y al mismo tiempo una pelea feroz; las entrevistas con los personajes del inicio se hacen más completas y se suman más, de tal forma que podemos saborear el
desamor.

Los ritmos musicales llevan a la batalla a un nivel épico con movimientos cinemáticas, se podría decir que la canción “Exactement” de Vive la Fête podría ser el himno de batalla de Nicolás, quien ególatra y seguro pasa de ser una víctima a un ser hambriento de atención; edificado en halagos y miradas devoradoras está dejando casi vacios a nuestros ya para entonces obsesionados protagonistas.

De inicio pensé (ingenuamente) que estaba ante un joven Almodóvar, pero no podría estar más equivocado, se trata de un cine de ruptura, que retrata a una sociedad que si bien no va por la vida con el corazón en la mano, solo necesita una sonrisa bonita para concebir la idea de tal vez
dejarse llevar.

Ni el exquisito vaivén vintage de Marie, ni el adorable andar posmoderno de Francis sirven para que este Romeo hinchado de turismo emocional los consideré como amores de ese momento; ¿hemos estado en situaciones así?, personas que van de paso (física o sentimentalmente) abundan, sobre todo si tienen ese apetito desmedido por ser salpicados en peleas donde el premio es un bocado de su interés.

Nicolás se convierte en una marca más en el conteo de amores frustrados de Francis y un lector que se rehúsa a leer y adorar la vida de una ya para entonces destruida Marie; ahora solo queda reagruparse, cerrar filas y embarcarse en un suspiro de aceptación.

Pero los rompe corazones que obligan a comer bombones quemados a otros como signo de idilio no se van limpios, puede que la masturbación con las prendas de Nicolás hagan que el espectador se sienta “a mano” o que el rechazo de los protagonistas hacia él sea un cierre esperado.

Al final nos quitamos esa mirada de adoración hacia Nicolás al mismo tiempo que Marie y Francis, lo vemos como el petulante y farol que es, rodeado de otros ojos y rogando por aprobación social con esa sonrisa de comercial de pasta de dientes.

En lo personal haría exactamente lo mismo que ellos, buscar una nueva obsesión, porque para eso venimos al mundo, para idealizar lo que no tenemos, para amar lo que no nos ama y para rechazar aquello que sabemos esta súper seguro y que nos esperara por siempre.

Entonces ahí vamos a la caza del siguiente David bribón que se nos cruce por enfrente, ahogados en nuestra necesidad por amor, atención o crisis existencial en turno; nos aferramos a lo que sea y si las cosas se ponen feas siempre podemos decir que al final “no es mi tipo”, “ni el mío tampoco”.

@social_drinking

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