
DE LA REDACCIÓN
el buen tono
HUATUSCO.- En las Altas Montañas, Morena dejó de ser un instrumento de transformación para convertirse en una maquinaria de corrupción, donde las candidaturas se compran, los principios se abandonan y la militancia se desprecia. La democracia interna fue sustituida por el tráfico de influencias, la simulación y el reparto de cuotas entre compadres y cónyuges.
El caso de Alex Porras Marín, en Huatusco, es el ejemplo más vulgar de este nuevo modelo de negocio político. Diputado plurinominal sin arraigo, sin trabajo de base y sin estructura, pero con el respaldo económico y político suficiente para imponer su candidatura a punta de acuerdos en lo oscuro. A su lado, el alcalde Ventura Demuner Torres, quien funge como operador servil al mejor postor, más preocupado por su sobrevivencia política que por el mandato popular.
Detrás del reparto de candidaturas está el verdadero operador de la corrupción: Esteban Ramírez Zepeta, dirigente estatal de Morena, quien convirtió el proceso interno en una feria de intereses, donde el que paga más se lleva el puesto. Su dirigencia ha sido una fábrica de imposiciones, simulaciones y traiciones. Hoy, Esteban no representa a Morena: representa la decadencia que amenaza con hundirlo.
En Coscomatepec, la historia se repite. Serafín González, sin trayectoria y sin respaldo real, fue colocado gracias a las maniobras de su hermano, el diputado Hugo González. ¿El truco? Alterar la paridad de género en Tomatlán, imponiendo como candidata a una figura desconocida para la región: Adriana Prado, pareja de Porras Marín. Su mérito no es político ni social, es personal. Así se trafican las posiciones en Veracruz.
Mientras esto ocurre, figuras del sistema simulan escándalo e intentan tomar la bandera de la denuncia. Pero que no se nos olvide: nadie tiene las manos limpias. Aquí no hay héroes, hay responsables. Lo que está ocurriendo no es un error, es una estrategia. Y quienes hoy gritan, ayer callaron o formaron parte de ese engranaje.
Las cifras son escandalosas: entre 500 mil y un millón de pesos por candidatura, de acuerdo con fuentes internas y filtraciones documentadas. Un negocio redondo a costa de la base militante y del pueblo que creyó en el cambio. En Veracruz, la 4T se convirtió en un mercado de ambiciones personales, donde se rematan principios y se recicla lo peor del viejo régimen.
