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La guerra silenciosa en los límites de Jalisco y Michoacán: Familias atrapadas entre minas y violencia

Superiberia

AGENCIA

Santa María del Oro, Jalisco.- En la zona de los límites de Jalisco y Michoacán, una crisis humanitaria y de seguridad se agudiza con cada día que pasa. Decenas de familias, atrapadas entre minas sembradas por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), viven un infierno silencioso, mientras la violencia y el temor reinan en sus comunidades. Algunas han sido expulsadas de sus hogares, otras están desaparecidas, y los pocos que permanecen enfrentan un panorama desolador.

El foco de este caos es la ranchería El Santuario, ubicada en el municipio de Tocumbo, Michoacán, donde hace dos semanas un sujeto armado del CJNG comenzó a asediar a los habitantes de la región. A lo largo de este tiempo, el grupo criminal se ha apoderado de comunidades en Santa María del Oro, Jalisco, y Tocumbo, desplazando a las personas y sembrando el terror. Los pobladores viven con miedo, atrapados en un territorio marcado por la violencia y los explosivos, que incluyen minas terrestres.

Mireya, una joven de 23 años, es una de las pocas sobrevivientes de un ataque reciente. La noche del enfrentamiento, su padre intentó defender a su familia del sicario armado con un fusil de asalto AK-47, mientras ellos intentaban protegerse en su casa. “Escuchamos la balacera, vi a mi papá y al sicario caer, ya desangrándose”, recuerda Mireya, quien logró escapar, pero perdió el rastro de su madre, hermana y otros familiares. Tras horas de huida por zonas boscosas y desoladas, la joven se comunicó con algunos de sus familiares y fue rescatada. “Ahora estoy esperando saber qué pasó con mi familia y el cuerpo de mi papá”, comentó entre lágrimas.

Sin embargo, la situación es aún más grave, pues la región está plagada de minas terrestres que impiden que las autoridades o los familiares de Mireya puedan acceder a las zonas afectadas para rescatar a las víctimas. “Todo eso está lleno de minas terrestres”, explicó la joven, visiblemente angustiada.

El alcalde de Tocumbo, José Luis Alcázar Rodríguez, está al tanto de lo sucedido con la familia de Mireya y ha solicitado la intervención urgente del Ejército Mexicano para llevar a cabo un operativo de rescate. En su declaración, recordó que en la misma zona, pero en el municipio de Cotija, dos soldados fueron asesinados por explosivos hace apenas dos semanas. “El llamado es a que las autoridades federales y estatales nos escuchen y envíen apoyo”, expresó el alcalde.

A nivel local, se estima que alrededor de 60 familias han sido desplazadas por la violencia del CJNG, que ha dejado a los pobladores sin ganado, sin tierras y en una constante lucha por sobrevivir. El temor y la incertidumbre han hecho que los habitantes de la región se organicen en grupos de autodefensa, conocidos como guardias comunitarias, que resisten los ataques del cártel. Joaquín, un ganadero que forma parte de estas guardias, expresó que no celebrará la Navidad ni el Año Nuevo, pues el único objetivo de su vida en este momento es proteger a su familia y a su comunidad. “Nos han matado gente, nos han dejado sin nada, y tuvimos que levantarnos nosotros porque el gobierno no nos apoyó”, relató.

El relato de Joaquín se vio interrumpido por un ataque del CJNG, que, desde una cordillera en Santa María del Oro, Jalisco, disparó rifles de alto poder y drones cargados con explosivos, perpetrando el asedio desde las alturas. Este grupo criminal, formado por alrededor de 120 sicarios, incluye exmilitares y guerrilleros colombianos, y ha sembrado de minas la región, lo que ya ha costado la vida de cuatro soldados del Ejército Mexicano y dejado a varios más heridos.

La situación en esta frontera de Jalisco y Michoacán es crítica. Mientras el gobierno federal y estatal parecen no tomar medidas efectivas para frenar la violencia, las comunidades locales se ven obligadas a defenderse solas. La intervención del Ejército es ahora más urgente que nunca, para salvar a las familias atrapadas entre el fuego cruzado y los peligros de los explosivos. Sin seguridad, sin comida, y sin esperanza, estos poblados enfrentan un futuro incierto en medio de la guerra que el CJNG ha desatado en esta zona olvidada de México.

¿Y luego dicen que eso no es terrorismo? Pero dice Abraham Mendieta que la delincuencia organizada solo quiere ganar dinero, claro a costa de vidas inocentes.

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