AGENCIA
Veracruz, es uno de los puertos más importantes de México y América Latina, se ha convertido en un enclave estratégico para el crimen organizado, no solo en el tráfico de drogas a mercados de África, el Caribe y Europa, sino también en el contrabando de vehículos robados que recorren el mundo. La violencia y la sofisticación de estas operaciones dejan una huella de devastación tanto en la seguridad de los mexicanos como en las economías globales.
Desde el puerto de Veracruz, las redes delictivas operan con una precisión escalofriante. En primer lugar, los vehículos son robados en diversas partes de México, especialmente en estados como Veracruz, Ciudad de México y Estado de México, a menudo mediante violencia extrema. Con un pedido específico de un automóvil solicitado desde otro continente, las células delictivas locales se encargan del robo, alterando posteriormente los números de serie de los vehículos en talleres clandestinos. Después de modificar la identidad del automóvil, este es registrado con documentos falsificados y preparado para ser embarcado en contenedores.
Mario Crosswell Arenas, exdirector de la Oficina Coordinadora de Riesgos Asegurados (OCRA), explica que cada integrante de estas bandas tiene un rol claro, desde el ladrón que roba el vehículo hasta el encargado de embarcarlo, aunque rara vez se conocen entre sí. Los vehículos, a menudo de marcas reconocidas como Porsche, Mercedes-Benz y Nissan, son enviados principalmente a Europa, Medio Oriente y África, donde son revendidos a precios mucho más altos, tras ser modificados o reconfigurados.
El puerto de Veracruz no solo es un centro neurálgico para el contrabando de autos robados, sino también para el tráfico de drogas sintéticas. En un reciente operativo conjunto entre la Fiscalía General de la República (FGR) y la Secretaría de Marina, se incautaron 290 kilogramos de metanfetamina escondidos en rollos de película plástica, con destino a Camerún. Este cargamento es solo un ejemplo de cómo los cárteles mexicanos, como el Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel de Sinaloa, han diversificado sus rutas y mercados. Las mafias extranjeras, en alianza con estas organizaciones, operan de manera cada vez más sofisticada.
El uso de documentos falsificados y la corrupción en las aduanas del puerto han facilitado estas operaciones. Los contenedores, que a menudo contienen drogas y vehículos robados, logran escapar de las inspecciones, impulsados por redes de corrupción que permiten el paso de estos productos ilegales hacia mercados internacionales.
El tráfico de autos y drogas desde Veracruz ha generado pérdidas millonarias, tanto para la industria aseguradora, que enfrenta costosos reclamos, como para los consumidores, quienes ven aumentos en las primas de seguros debido a la creciente violencia y el robo de vehículos. Además, la expansión del narcotráfico hacia mercados menos regulados, como África, exige una cooperación internacional más robusta para desmantelar estas redes.
Un caso emblemático de esta conexión transnacional fue la exportación de 114 vehículos robados en México hacia Francia, donde fueron modificados y vendidos como piezas de colección. La colaboración entre OCRA, la Interpol y fabricantes de autos permitió destapar este esquema, que involucraba no solo a bandas criminales locales, sino también a distribuidores y compradores internacionales.
La ubicación estratégica de Veracruz, con su infraestructura avanzada y rutas marítimas que conectan con Europa, África y Asia, hace que el puerto sea un punto privilegiado para las operaciones comerciales legales e ilegales. Sin embargo, esta infraestructura no es suficiente para inspeccionar la gran cantidad de contenedores que transitan por el puerto, lo que dificulta la detección de estos cargamentos ilegales.
Las consecuencias de este tráfico son devastadoras. La violencia asociada al robo de vehículos afecta a miles de conductores y familias, con ocho de cada diez robos cometidos con armas. En cuanto al tráfico de drogas, la expansión hacia mercados internacionales plantea desafíos aún mayores para las autoridades mexicanas y extranjeras.
Para frenar estos crímenes transnacionales, es crucial fortalecer la cooperación entre los gobiernos, las fuerzas de seguridad y las instituciones internacionales. Veracruz, como punto de salida para estas operaciones ilícitas, necesita una mayor vigilancia y control en sus aduanas, así como un combate más efectivo contra la corrupción que facilita el paso de drogas y vehículos robados.
El puerto de Veracruz se ha convertido en una arteria vital para el crimen organizado, y aunque la batalla sea silenciosa, el daño que causa es profundo. Solo con una respuesta conjunta y coordinada entre México y sus socios internacionales se podrá enfrentar de manera efectiva esta amenaza creciente para la seguridad global.