A finales de octubre, la industria láctea sufrió un golpe inesperado que ha dejado a muchos sorprendidos: uno de los robos más grandes de la historia de este sector. Se trata de la desaparición de 22 toneladas de queso Cheddar, valoradas en 300 mil libras esterlinas (aproximadamente 390 mil dólares), que fueron sustraídas de las manos de Neal’s Yard Dairy, uno de los minoristas más importantes de queso en Londres.
El suceso, que según The New York Times constituye la mayor estafa en la industria láctea de las últimas décadas, comenzó en julio, cuando la empresa recibió un pedido de lo que parecía ser un distribuidor mayorista legítimo de un reconocido minorista francés. Este pedido, de una magnitud considerable, llevó a Neal’s Yard Dairy a contactar a la granja lechera de Holden, así como a los productores de queso Westcombe Dairy y Trethowan Brothers, para surtir el encargo. En septiembre, los productores enviaron las primeras dos remesas del Cheddar, con la promesa de pago para octubre, pero ese pago nunca llegó.
Patrick Holden, responsable de la granja lechera de Gales donde se elaboró parte del queso desaparecido, relató su sorpresa al descubrir que había sido víctima de una estafa: “Nunca pensamos que eso ocurriría y, pues, resulta que no ocurrió”. Fue solo después de constatar que todo se trataba de un engaño que Neal’s Yard Dairy denunció el hecho a las autoridades, aunque hasta el momento no se ha detenido a ningún sospechoso.
El robo dejó a la empresa con pérdidas no solo por la falta de pago, sino también por los costos adicionales asociados con la mano de obra, embalaje y el propio pedido. La situación se complica aún más al ser consciente de que este tipo de fraudes no es exclusivo del Reino Unido, aunque es mucho más común en Italia, como señala el diario estadounidense.
En un giro interesante, el chef británico Jamie Oliver ha recomendado a los aficionados al queso que se mantengan alerta y desconfíen de cantidades sospechosamente grandes de cheddar de alta calidad que puedan aparecer en el mercado negro, sugiriendo que este robo podría ser solo la punta del iceberg en una serie de delitos similares.
El robo de 22 toneladas de cheddar no solo ha dejado una huella económica en los involucrados, sino que ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de la industria láctea frente a fraudes sofisticados, afectando tanto a productores como a minoristas y consumidores.