De la Redacción
El Buen Tono
Xalapa.- La decisión de Claudia Sheinbaum de incorporar a Cuitláhuac García Jiménez en su administración federal, parece menos una estrategia de fortalecimiento y más un “premio” a una gestión plagada de ineficiencia y corrupción.
García Jiménez deja Veracruz sumido en graves problemas de seguridad y desarrollo, y su legado se traduce en promesas incumplidas y una serie de omisiones que siguen afectando a millones de veracruzanos.
En su administración, la violencia se disparó y la inseguridad se consolidó como una constante en todo el estado, mientras que las acciones en desarrollo económico quedaron estancadas, con zonas como la región centro en absoluto abandono.
Los habitantes de Córdoba, Orizaba y sus alrededores no vieron ninguna obra significativa, ninguna inversión en infraestructura que detonara crecimiento o calidad de vida. ¿Es este el tipo de “méritos” que premia la administración federal?
En lugar de pedir cuentas o exigir resultados a quienes, como García Jiménez, tienen la responsabilidad de mejorar las condiciones de sus estados, parece que Sheinbaum opta por perpetuar figuras cuya ineptitud y opacidad son ya del dominio público.
La inclusión de funcionarios con trayectorias cuestionables en el gobierno central no sólo contradice los ideales de honestidad y eficiencia, sino que atenta directamente contra las necesidades de una ciudadanía que exige respuestas, y no más de lo mismo.