Agencias
Fortín.- La Barranca de Metlac, ubicada cerca de Orizaba, es un lugar lleno de misticismo y cargado de historias sobrenaturales. En la época de la colonia, se decía que este sitio era el escenario de tragedias y accidentes, pues el profundo cañón y su río eran peligrosos para quienes cruzaban la zona. Pero la leyenda más conocida es la de La Llorona, un alma en pena que vaga por la barranca, llorando por sus hijos perdidos.
Cuenta la leyenda que en la época colonial vivía en un pueblo cercano a la barranca una joven indígena llamada María, quien se enamoró de un noble español. Fruto de su amor nacieron dos hijos, pero el noble, al no poder casarse con ella debido a la diferencia de clases y razas, la abandonó para casarse con una mujer española de su misma clase social.
María, consumida por la tristeza y la desesperación, decidió una noche llevar a sus hijos a la Barranca de Metlac. Desquiciada por el dolor, en un momento de locura, arrojó a los niños al río que corría por el fondo del cañón, donde murieron arrastrados por la corriente. Al darse cuenta de lo que había hecho, María se arrojó también al agua, pero su alma no encontró descanso.
Desde entonces, según los habitantes de los pueblos cercanos, cada Día de Muertos, cuando el velo entre el mundo de los vivos y los muertos se vuelve más delgado, el espíritu de María, convertida en La Llorona, emerge de la barranca. Se la puede escuchar entre el viento de la madrugada, llorando desconsoladamente y gritando: “¡Ay, mis hijos!”.
Los viajeros que cruzan el antiguo puente de Metlac o quienes se acercan a la barranca durante estas fechas suelen contar que escuchan el lamento de una mujer que parece buscar desesperadamente a sus hijos. Algunos afirman haber visto su figura fantasmagórica caminando cerca del río, vestida de blanco y con un rostro de profunda tristeza. Se dice que su presencia trae consigo un frío repentino, y muchos creen que aquellos que la escuchan están en peligro de ser arrastrados por su dolor al mundo de los muertos.
Esta versión local de La Llorona se ha convertido en una parte importante del folclore del Día de Muertos en la región, y durante la festividad, se le deja un lugar en las ofrendas, con la esperanza de que algún día su alma encuentre finalmente la paz y deje de vagar por la barranca.