AGENCIA
Turquía.- Los terremotos que azotaron el sureste de Turquía en la madrugada del 6 de febrero de 2023 han generado un profundo impacto en la comunidad científica, obligando a los expertos a revisar sus conocimientos sobre sismología. Según una investigación publicada en la revista Science, los dos seísmos, el primero con una magnitud de 7,8 y el segundo de 7,5, no solo afectaron la zona de fricción, sino que movieron la corteza terrestre a centenares de kilómetros de los epicentros, provocando un desplazamiento de toda la placa de Anatolia hacia el oeste de aproximadamente un centímetro. Este movimiento equivale casi a la mitad del desplazamiento anual esperado de la placa, lo que superó los modelos de predicción de riesgo sísmico existentes.
Turquía, ubicada sobre la placa de Anatolia y en una zona de interacción tectónica entre las placas euroasiática, arábiga y africana, ha sufrido históricamente desastres sísmicos. Sin embargo, hacía más de un siglo que la Falla del Este de Anatolia no experimentaba grandes cataclismos. La acumulación de presión en esta falla durante tanto tiempo explica la magnitud de los recientes terremotos, que resultaron en casi 60 mil muertes y devastación de infraestructuras.
El estudio, coautoría del geólogo Philippe Vernant de la Universidad de Montpellier, resalta que los desplazamientos observados en la placa de Anatolia son mucho más altos de lo esperado. Utilizando una red de sensores GNSS, que incorpora datos de satélites de posicionamiento, los investigadores detectaron que los movimientos se produjeron hasta a 700 kilómetros de los epicentros, un fenómeno que escapa a los modelos tradicionales de sismicidad.
Además, el estudio revela que el movimiento no se limitó a la zona de falla, sino que afectó a toda la placa de Anatolia, lo que implica que la corteza terrestre se está estirando y metiendo bajo la placa del Mar Egeo, sin que esto ocurra del mismo modo en la placa arábiga.
Juan Soto, profesor de geología estructural en la Universidad de Texas, destaca que la investigación aporta nuevos datos sobre cómo se distribuye la deformación en la superficie y cómo la energía acumulada en las placas se libera durante un gran terremoto. Esto sugiere que los terremotos no ocurren de manera aislada, sino que los eventos pasados influyen en la sismicidad futura, complicando aún más la previsión de futuros desastres.
La investigación plantea interrogantes sobre la relación entre los recientes terremotos y la actividad sísmica en otras zonas de Turquía, sugiriendo que los movimientos en la falla del sur podrían inestabilizar la falla del norte, que ha sido responsable de numerosos seísmos en el último siglo.
Julián García Mayordomo, del Instituto Geológico y Minero (IGME), subraya que los modelos clásicos no pueden explicar los grandes desplazamientos observados a grandes distancias de la falla. La investigación abre la puerta a una nueva comprensión de los terremotos y su interconexión, destacando la necesidad de reevaluar los mapas de sismicidad que se basan en eventos aislados.
En resumen, los terremotos de febrero de 2023 en Turquía no solo han causado una tragedia humana y material, sino que han desafiado las teorías sismológicas existentes, ofreciendo una nueva perspectiva sobre la complejidad de los movimientos tectónicos y la interrelación entre ellos.