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Nuevas pruebas pueden cambiarlo todo en el caso de los hermanos Menéndez

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AGENCIA

EEUU.- En una noche que comenzó como cualquier otra, la mansión de los Menéndez en Beverly Hills se convirtió en el escenario de un trágico suceso que marcaría la historia de Estados Unidos. José y Kitty Menéndez fueron asesinados por sus propios hijos, Lyle y Erik, quienes irrumpieron en su hogar armados con escopetas, dando paso a una escena dantesca y estremecedora.

Casi tres décadas después, la historia continúa siendo objeto de controversia y análisis, impulsada en parte por la reciente serie “Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez”, producida por Ryan Murphy, que ha reavivado el interés público en el caso. Durante su juicio en la década de 1990, los hermanos alegaron haber sido víctimas de un abuso sexual sistemático y tortuoso por parte de su padre, una defensa que, desafortunadamente, no recibió la atención debida en el veredicto.

El 2 de julio de 1996, un jurado declaró a Lyle y Erik culpables de asesinato, imponiéndoles una cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Sin embargo, la revelación del trauma subyacente en sus vidas ha cobrado nueva relevancia. Nuevas evidencias y testimonios han surgido, lo que ha llevado a sus abogados a presentar una solicitud de hábeas corpus, argumentando que los hermanos fueron víctimas de un abuso grave y prolongado.

Robert Rand, un periodista que ha seguido el caso durante años, ha reeditado su libro sobre los Menéndez y ofrecido nueva información que profundiza en el contexto del abuso que padecieron. En entrevistas pasadas, Rand recuerda sus interacciones con Lyle y Erik, en las que reconoció la fachada de unidad familiar que escondía un trauma devastador.

Durante los juicios, la defensa presentó testimonios de familiares que corroboraron las alegaciones de abuso, aunque la atención del tribunal se desvió hacia las grabaciones de confesión obtenidas por su psicólogo. El sistema de justicia de la época no estaba adecuado para procesar el trauma masculino de tales hechos, lo que reflejaron las decisiones de los jurados divididos por género; las mujeres tendieron a considerar el caso como homicidio involuntario, mientras que los hombres lo clasificaron como asesinato.

Con la llegada de movimientos sociales como el #MeToo, la percepción del abuso ha evolucionado, brindando nuevas esperanzas a Lyle y Erik. A medida que se acerca la nueva audiencia, el caso ofrece la oportunidad para que las voces de los hermanos se escuchen en su totalidad y se reevalúe la narrativa que tantas veces los ha demonizado.

A más de 34 años del horrendo crimen, con Lyle y Erik ahora de 53 y 56 años, respectivamente, el próximo juicio podría marcar un cambio significativo en sus vidas. La posibilidad de que sus alegaciones de abuso sean finalmente tomadas en cuenta plantea interrogantes sobre la justicia y la comprensión del trauma en la actualidad, dejando abierta la discusión sobre cómo se debe tratar el dolor y el sufrimiento que han vivido los hermanos Menéndez.

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