De la Redacción
El Buen Tono
Región.- El reciente asalto a la casa de la familia Zairick, dueña de la cadena de tiendas Rovianda, gasolineras y de las plazas comerciales que albergan negocios como el Billar 51, ha expuesto nuevamente la inseguridad que viven las familias de Orizaba por la corrupción del alcalde Juan Manuel Diez.
Un grupo de delincuentes, conformado por una banda de colombianos, ingresó a ese hogar, sometiendo y amarrando a la esposa, hijos y personal de servicio.
Los ladrones no sólo robaron objetos de valor, sino que vaciaron por completo la casa, dejando una estela de terror y despojo.
Este acto de violencia pone en evidencia el creciente problema de inseguridad, una realidad que Diez ha optado por ocultar de manera cobarde.
En lugar de tomar acciones contundentes, ha preferido callar y mantener una fachada de “tranquilidad” que deja a las familias desprotegidas. ¿Cómo es posible que una banda delictiva pueda operar de esta manera sin que haya respuestas efectivas de los encargados de garantizar la seguridad? El silencio y la complicidad de las autoridades no sólo facilitan el trabajo de estos criminales, también exponen a los ciudadanos al peligro constante.
El alcalde y los responsables de Seguridad Pública han fallado gravemente en su deber de proteger a los habitantes, al ocultar la situación real de violencia, han dejado en la indefensión a muchas familias que, engañadas por el mito de un “Pueblo Mágico”, creen vivir en un lugar seguro.
Este encubrimiento es una muestra de ineptitud, y un acto de complicidad con las bandas delictivas que aprovechan el desamparo de los ciudadanos. Al callar sobre estos hechos, las autoridades permiten que la criminalidad siga avanzando sin control.
