AGENCIA
Washington.- Un exagente de la CIA, Brian Jeffrey Raymond, fue sentenciado el miércoles a 30 años de prisión por drogar, fotografiar y agredir sexualmente a más de 20 mujeres durante misiones en diversas partes del mundo. En una emotiva audiencia, varias de las víctimas describieron cómo fueron engañadas por Raymond, quien utilizaba su fachada de hombre educado y de confianza, representando a una agencia que “debería proteger del mal”.
Raymond, de 48 años, fue hallado culpable tras años de conducta depredadora, que documentó en más de 500 fotografías que lo muestran abusando de sus víctimas inconscientes. Las agresiones ocurrieron durante su carrera en países como México y Perú, siguiendo siempre un patrón: conocía a sus víctimas a través de aplicaciones de citas, las invitaba a su apartamento, las drogaba y luego abusaba de ellas mientras tomaba fotografías.
El caso, uno de los más atroces en la historia de la CIA, concluyó con Raymond admitiendo su culpa en cuatro de los 25 cargos federales que enfrentaba, entre ellos abuso sexual y transporte de material obsceno. La jueza Colleen Kollar-Kotelly, al imponer la sentencia, lo describió como un “depredador sexual”, asegurando que tendrá mucho tiempo para reflexionar sobre sus crímenes.
Durante el juicio, una docena de sus víctimas, identificadas por números, narraron el impacto devastador que el abuso tuvo en sus vidas. Algunas descubrieron lo que les sucedió solo después de que el FBI les mostró las fotos donde aparecían desnudas e inconscientes. Una de ellas expresó: “Mi cuerpo parece un cadáver sobre su cama”, mientras que otra relató cómo el trauma la llevó a sufrir una crisis nerviosa.
Raymond, quien nació en San Diego y fue becario de la Casa Blanca, se disculpó en una declaración preparada, afirmando que había traicionado todo lo que defendía. Como parte de la sentencia, deberá pagar 10 mil dólares a cada una de sus 28 víctimas.
Este caso expone una oscura realidad dentro de la agencia de inteligencia, con crímenes que se extendieron por años y dejaron una huella irreparable en las vidas de sus víctimas.