DE LA REDACCIÓN
EL BUEN TONO
CDMX.- La presidenta electa Claudia Sheinbaum da la espalda a los principios democráticos al abrir las puertas de su casa de transición a Miguel Ángel Yunes Márquez, un personaje que no sólo tiene una orden de aprehensión, sino que traicionó a su partido y a los votantes.
Con su voto a la reforma del Poder Judicial, ha demostrado que la corrupción no tiene límites y que el poder es su única brújula moral.
Es indignante por donde se le mire. ¿Qué mensaje envía Sheinbaum al reunirse con un delincuente? La respuesta es clara: la moral en la política mexicana es un chiste, y los delincuentes tienen un lugar asegurado en las altas esferas, siempre que sirvan para los intereses del momento.
Recibir a Yunes Márquez, un traidor sin escrúpulos, es darle la bienvenida al cinismo más desvergonzado.
Si la traición de Yunes ya era abominable, la decisión de Claudia de recibirlo la convierte en cómplice de esta podredumbre. ¿Este es el tipo de política que busca promover? Recibir en su despacho a un político manchado por la corrupción es un insulto a los mexicanos.
Yunes Márquez será recordado como la del facilitador de una de las crisis democráticas más profundas de las últimas décadas, su voto ha sido el clavo en el ataúd de la independencia del Poder Judicial. Pero lo más patético es su cobardía. Él se vendía como un líder fuerte y opositor implacable, y es un político frágil, dispuesto a arrodillarse ante los que alguna vez denunció como los enemigos del país.
“¿Crees que te devolverán la visa o salvarás las propiedades que adquiriste bajo la sombra de la sospecha? ¡Tarde o temprano, los estadounidenses te pedirán cuentas!”.