De la Redacción
El Buen Tono
Región.- Cada vez se suman más personas en el país en repudio contra la reforma judicial, que sólo busca concentrar más poder en las manos del presidente, aunque dichas protestas hasta ahora no han servido para nada.
En las últimas semanas, se ha visto al Poder Judicial organizar marchas, caminatas silenciosas y protestas pacíficas en varias partes del país, incluidas Córdoba y Orizaba, donde se ven jueces, magistrados y ciudadanos, vestidos de blanco, portando velas, llamando a la paz y pidiendo respeto a la autonomía. Esas marchas, aunque bien intencionadas, se quedan cortas frente a un gobierno al que estas movilizaciones no le importan, las ignora porque no representan un riesgo inmediato.
Cuando las manifestaciones bloquean carreteras, generan caos y crean una verdadera molestia para el gobierno, las respuestas son inmediatas, el miedo a que esas protestas se salgan de control y se conviertan en algo mayor, provocan que las autoridades se apresuren a negociar y a buscar soluciones.
Si los del Poder Judicial, junto a otros sectores agraviados –madres que buscan a desaparecidos, transportistas que denuncian asaltos y asesinatos, cámaras empresariales o padres hartos de la mala gestión pública– se unieran, el caos sería inminente, y cuando se genera caos, los gobiernos actúan, porque temen perder el control.
El argumento de la corrupción ha sido uno de los principales pretextos del gobierno actual para impulsar la reforma judicial, pero esta lucha parece ser sólo una excusa para concentrar más poder en manos del Ejecutivo.
Si a López Obrador le importara tanto erradicar la corrupción, no permitiría que ex presidentes, quienes son responsables de muchos de los males actuales, sigan libres, sus hijos no estarían viviendo en el extranjero, disfrutando de lujos mientras el país enfrenta crisis.