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Chiapas se convierte en campo de batalla de la delincuencia; utilizan a civiles como ‘escudos humanos’

Superiberia

AGENCIA

Chiapas, México.- En el sur de México, el estado de Chiapas se ha transformado en un campo de batalla donde el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) emplean tácticas brutales para consolidar su control territorial. Estas organizaciones criminales han intensificado la violencia, utilizando a la población civil como peones en su implacable guerra contra facciones rivales y fuerzas de seguridad del Estado.

La situación es particularmente crítica en comunidades como Chicomuselo y Pantelhó, donde los ciudadanos viven atrapados en el fuego cruzado. Los cárteles no solo compiten por rutas estratégicas para el tráfico de drogas, sino que también obligan a los civiles a colaborar en sus operaciones, usándolos como “escudos humanos” o forzándolos a participar en actividades delictivas.

Según informes de derechos humanos, los cárteles han comenzado a utilizar a los residentes locales como “escudos humanos”, obligándolos a participar en bloqueos de carreteras para impedir el avance de fuerzas rivales o de las autoridades. Un trabajador de derechos humanos entrevistado por InSight Crime señaló: “La gente prácticamente se encuentra forzada a quedarse y colaborar”.

Además, los grupos criminales han extendido su control al captar a trabajadores especializados, como electricistas y plomeros, para apoyar sus operaciones. Aquellos que intentan huir son amenazados con la muerte, lo que ha provocado un aumento dramático en el número de desplazados.

Entre enero y julio de 2024, 12 mil 771 personas fueron desplazadas en Chiapas, una cifra alarmante que refleja la extrema violencia que los cárteles han impuesto en la región. Este desplazamiento masivo es consecuencia tanto del miedo a ser reclutados forzosamente como de la brutalidad con la que estos grupos operan, incluyendo asesinatos y represalias contra quienes se oponen a sus órdenes.

Un caso emblemático de esta crisis ocurrió en mayo de 2024 en Nuevo Morelia, Chicomuselo, donde hombres armados asesinaron a 11 personas, incluyendo a dos líderes religiosos que se habían pronunciado a favor de la paz y en contra de los grupos criminales.

El conflicto en Chiapas ha sido alimentado por la feroz lucha entre el CJNG, liderado por Nemesio Oseguera Cervantes, y el Cártel de Sinaloa, actualmente dividido en facciones. Desde 2021, el CJNG ha intentado expandir su control hacia los municipios fronterizos de Chiapas, anteriormente bajo el dominio del Cártel de Sinaloa, lo que ha desatado una “ola” de violencia sin precedentes.

Este enfrentamiento ha involucrado no solo a las poderosas organizaciones criminales, sino también a redes locales de grupos armados, exacerbando el conflicto y llevando la violencia a comunidades que antes vivían en relativa paz.

La violencia en Chiapas ha generado una profunda desconfianza hacia las fuerzas de seguridad del Estado. A pesar del despliegue de 200 soldados en agosto de 2024, la medida ha tenido un impacto mínimo en la reducción de la violencia. En respuesta, algunos municipios han optado por formar grupos de autodefensa en un intento desesperado por protegerse de los cárteles.

Esta desconfianza tiene raíces históricas en Chiapas, donde la población indígena ha sido víctima de abusos por parte de las autoridades. En la década de 1990, el gobierno utilizó al Ejército y a grupos paramilitares para reprimir el levantamiento zapatista, un conflicto cuyo legado sigue presente en la región.

La situación actual en Chiapas es un reflejo del abandono y la represión que han sufrido sus habitantes, quienes ahora se encuentran atrapados en una guerra que parece no tener fin.

En Zacatecas nadie, en ninguna televisora habla de las balaceras que tienen sumido a Fresnillo, ni la Sedena ni la Guardia Nacional hacen nada.

¿No han podido o no han querido? Además, tienen el gobierno que pidieron, ¿de qué se quejan?

La verdad es que algo anda muy mal en este país, ¿cómo llegamos a esto? ¿Quién tiene la culpa? Algunos son más responsables que otros y tendrán que rendir cuentas.

¿Hasta cuándo van a poner orden nuestros gobernantes? Da igual del partido que sean. Algunos felices porque ganaron, otros frustrados porque disque perdieron. Pero ya pasaron las elecciones, ahora lo que toca es exigir seguridad.

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