En un intento desesperado por legitimar una controvertida victoria electoral, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, pidió este miércoles al mundo que respete los resultados de las elecciones del 28 de julio. Sin embargo, numerosos países y la principal coalición opositora, la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), han denunciado que dichos comicios estuvieron plagados de irregularidades y fraude.
Frente a un grupo de simpatizantes reunidos en las afueras del palacio presidencial, Maduro proclamó que la soberanía de Venezuela debe ser respetada y advirtió a la comunidad internacional que no interfiera en los “asuntos internos” del país. Sin embargo, estas declaraciones contrastan con la realidad que muchos venezolanos y observadores internacionales describen: un proceso electoral manipulado por el chavismo a través de instituciones controladas, como el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y el Consejo Nacional Electoral (CNE).
Maduro intentó desviar la atención de las acusaciones llamando “derecha fascista y golpista” a la oposición, mientras celebraba lo que calificó como una “victoria del pueblo”. Sin embargo, el país ha sido testigo de protestas masivas y operativos policiales represivos que han dejado más de 2.400 detenidos y al menos 25 muertos, en un claro intento de sofocar el descontento popular.
Mientras tanto, la líder opositora María Corina Machado encabezó una protesta en Caracas, denunciando el fraude electoral y exigiendo el respeto a la verdadera voluntad del pueblo venezolano. La PUD ha presentado pruebas contundentes que muestran que su candidato, Edmundo González Urrutia, ganó por un amplio margen, publicando el 83,5 % de las actas de votación.
A pesar de los esfuerzos del régimen de Maduro por acallar las voces disidentes, el mundo sigue atento a los eventos en Venezuela, donde una creciente crisis de legitimidad amenaza con desestabilizar aún más un país ya sumido en la represión y la pobreza.