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Es una costumbre muy extendida en todo el mundo responder con un “¡salud!” cuando alguien estornuda. Aunque actualmente se considera un gesto de cortesía, esta tradición tiene un origen religioso y supersticioso que se remonta a la Antigüedad clásica.
Los griegos y romanos asociaban los estornudos a augurios de los dioses, creyendo que eran advertencias de que algo negativo iba a suceder o que la persona tenía malos espíritus en su interior y se acercaba una enfermedad. Por eso usaban la expresión “¡salve!” para pedir protección a las divinidades y evitar los efectos desfavorables de los estornudos.
Con la expansión del cristianismo, esta tradición se modificó para nombrar a Jesús al escuchar un estornudo, como una manera de pedir ayuda a Dios para proteger a la persona y desear que no cayera enferma. Así se convirtió en una fórmula de cortesía.En el siglo VI, el papa Gregorio Magno pidió rezar por los afectados por la peste bubónica y desear “¡salud!” al prójimo al estornudar, para evitar la difusión de la pandemia. Sin embargo, también era una forma de estigmatizar a quienes podrían estar enfermos.En América Latina es común decir “¡Salud!” al primer estornudo, “¡Dinero!” al segundo y “¡Amor!” al tercero, o simplemente “¡Jesús, María y José!”.
Aunque son expresiones populares, su origen también está ligado a creencias religiosas y supersticiones.Así, la costumbre de decir “¡salud!” al estornudar, que hoy en día es considerada una muestra de educación y cortesía, nació hace siglos como una práctica religiosa y supersticioso para proteger a las personas de los malos augurios y enfermedades que se creía que los estornudos anunciaban.